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volandovengo

Noche de poesía

Ayer empezamos a celebrar los diez años de Letra Clara, la revista de Filosofía y Letras de la cual soy partícipe. Para tal evento, leyeron una gavilla de poemas seleccionados los fundadores de dicha publicación, Alfonso Salazar y Javier Benítez. No había micrófono pero gritamos entre humo y ruido de platos y cucharillas en el café Central. Por mi parte, conté algunos cuentos, ocho en total, más breves que un poema. Reproduzco uno de ellos:

Una sonrisa en el infierno

Condenado a muerte. Emplazado a formular su último deseo. Sin titubear, como aprendido de antemano y ensayado hasta la saciedad ante el espejo ajado de su celda en el corredor de la muerte, pronunció un contundente solomillo de ternera a la pimienta poco hecho con guarnición de patatas y, añadió a continuación, acompañándolo cual partícula indivisible, y lavarme los dientes.
El juez que lo interrogaba, más legalista que su nombre, denunció ante el ajusticiado que ese no era un solo anhelo, que, seguramente apremiado por la golosina de la gracia postrera, se había recreado en la petición del doble antojo de una sustanciosa comida y el cepillado de la boca a su término.
Al cabo de unos minutos, el reo recibió la inyección letal con el estómago vacío, pero con los dientes limpios.

Esta celebración coincide con los cien años de Ayala [publicaré en este blog algo que escribí para un especial para Granada Hoy] y los trescientos que cumpliría Benjamín Franklin, ese bostoniano que se tuteaba con Luis XVI (monarca francés que concibió las copas de champagne como el molde del seno de su amante), que creó la primera biblioteca pública en el Nuevo Mundo y que inventó la estufa de hierro.

Álvaro Cunqueiro, en Memorias del sochantre, decía de él:

Franklin Americano, Don. Inventor del pararrayos y de "la grande armónica". Era un chinchete opinante, y se mostraba muy jactancioso mandando novedades a las escuelas. (...) Podía hablar nueve horas sin remojar, y todo por la Enciclopedia. Decía que no había tal sexto mandamiento.

2 comentarios

propietario -

La ambiguedad es lo que mantiene esa duda que nos hace permanecer. Como la propuesta de Igor Mitoraj, los ángeles son hermafroditas, el ser andrógino, el texto mutable, es lo que me seduce.

inwit -

Faltaría despejar la incógnita de si fue el condenado o el juez quien eligió el lavado de dientes de entre los dos deseos. Esa duda alimenta el relato, lo sostiene.

Suerte y sonrisas para esta nueva casa (\"Jorge\" en chino?)... :¬)