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volandovengo

Trabas urbanas

Trabas urbanas

Una de las carencias de los años es la falta de sinceridad en determinados asuntos. Cuando se llega a cierta edad ya no somos tan flexibles como para confesar nuestros dolores y debilidades abiertamente. Cuando uno es joven, los deslices suelen ser por la mala suerte, por la mala cabeza o por el abuso de nuestras facultades, que al fin y al cabo es lo mismo. Cuando se es mayor, cuando se pasa de los treinta y cinco, de los cuarenta, estos desequilibrios se llaman directamente achaques. Y cuesta reconocerlos y mucho menos publicarlos.

Sin ir más lejos, a un servidor, desde hace algún tiempo, dos años y cuatro meses para ser exactos, algo le impide caminar con normalidad. Me armo de valor y, en este foro abierto, confieso que el trascurso del tiempo ha hecho mella en mi estado físico y la simple capacidad de desplazarme. No es una tara física —no se alarmen mis amigos y no se alegren mis enemigos (¿o viceversa?)—, no es una enfermedad (ni siquiera venerea), no es una desviación psíquica (lo siento, tengo que poner la 'p'), un capricho pasajero o una neurona rebelde. Aunque se suaviza con el tiempo y os aseguro que se me pasará.

Simplemente, desde que nació mi hijo, empujo un carrito. Desde hace más de dos años he emprendido una carrera de obstáculos que me preocupa. Me alarma por todos los que epujan los capazos de sus retoños. Lo siento por si tienen que llevar mellizos o trillizos. Pero sobre todo lo lamento por los disminuidos físicos que deben caminar con muletas o desplazar su silla de ruedas de por vida. Me duelen esos ancianos que ambulan con bastón o cualquier otro lazarillo. Me apenan los ciegos aprendiendo y reaprendiendo los caminos, las esquinas, las vaguadas, porque se han abierto nuevas zanjas, porque aparcamos el coche o la moto, donde nos viene en gana, porque el Ayuntamiento ha puesto chirimbolos, mobiliario unbano, que nos cierra el paso, porque las aceras son pequeñas, porque los alcorques son grandes y no hay árboles, porque las farolas se plantan en medio de nuesto paseo, porque las baldosas estan levantadas, porque allá donde el camino está expedito hay una caca de perro o dos o veinte o una vomitura del derecho a la botellona o tres tirados en la acera o esa señal de circulación que se cayó y nadie ha levantado, por la falta de accesos, por los embotellamientos, por la ausencia de rampas, por la carencia de autoridad o por la existencia de esos mismos policías, que en Granada no se sabe si hay guardias porque hay atasco o hay atasco porque hay guardias.

Granada la bella...

Aunque esto ocurre en todos lados. Madrid, desde Carlos III, está contínuamente en obras. Alguien importante (?), no recuerdo, llegó a la capital de España, y en su traslado del aeropuerto a la recepción oficial, le pidió a Gallardón que cuando encontraran el tesoro que se lo hicieran saber.

2 comentarios

volandovengo -

Ya hablaré de mí y mi foto precederá mi crítica. Por ahora basten mis palabras.

primo -

Echate una foto, que me gustaría verte en la postura. Desde luego la entrada es una delicia, cuando estaba pensando en que te pasaba algo en la rodilla, entra lo del carrito. Muy muy bueno