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volandovengo

Vindicación del plagio

Hace unos días me pronuncié en este mismo foro por una suerte de extensión artistica que es la copia, el plagio, o, más acertadamente, la recreación. No quiero decir que esté a favor de que se fusilen los cuadros, los textos o las ideas. Simplemente pienso que si no llega a ser por las copias romanas de gran parte de la escultura griega, ésta no se conocería. Si no llega a ser por los copistas árabes o la laborr de los monasterios medievales, la mayor parte del pensamiento antiguo se habría perdido.

Así, quiero inaugurar una sección dentro del blog, que no sé lo que dará de sí, en la que recrearé algunos cuentos que me han impresionado, que me han contado y los recuerdo muy difusos o he leido y se han precipitado al abismo del olvido. Son pequeños textos que he adaptado del original por imposibilidad de materializar ese cuento matriz, bien porque se me ha perdido, bien porque en realidad no existe.

Dentro de unos días, plasmaré el primero de estos perdonables "plagios" que comenzaba simplemente manifestando esta "vindicación del plagio":

Puede que fuera Sciacia, el siciliano Leonardo, quien dijera que a partir de los sesenta, toda tu vida anterior se vislumbra romántica. Yo, en cambio, no me esperaría a las puertas de la vejez para apoyar tal afirmación. A veces se confunde la realidad con la fantasía, y lo que cuentan, lo que se ve, lo leído o soñado, se introduce y se funde con algunas de las reminiscencias más ambiguas. Así, los recuerdos, al tiempo, no son más que una gavilla de buenos momentos y desafíos vitales encantadores.

Me adhiero y aplaudo la literatura oral, la cultura del núcleo familiar, historias de los antepasados, contadas tradicionalmente de padres a hijos durante generaciones.

En la Plaza de Jemma el Fna en Marraquech ─y me imagino que en todos los pueblos y lugares que laten en el mundo─ se pueden ver sin extrañeza contadores de cuentos, recitadores del Corán, cantores populares, narradores de su propia vida, vendedores de ensalmos, dichos, juramentos y demás palabrería.

Cuando comenzó la escritura, no cercenó el recuerdo de la palabra, los mitos, las canciones, las sagas o las tradiciones familiares, sino que le dio un soporte para que pasara íntegro y original a los hijos venideros. Aun escritos y registrados, son susceptibles de ser aprendidos y contados, trasmitidos a otros que a su vez se los contarían a otros, quienes los relatarían a los de más allá que, quizá, los escribieran con sus modificaciones. Lo cual, de ninguna manera entraría dentro del plagio, acaso del plagio genial. No sería creación absoluta, sino recreación, que no deja de ser original, enriquecedor y auténtico.

¡Chapeau por las correcciones, las ampliaciones, las acepciones, las versiones, las interpretaciones, las notas marginales, las continuaciones, las redundancias, las antologías, los estudios, los pleonasmos, las explicaciones, los comentarios, los doblajes y las demás formas de recreación de lo que ya ha sido creado!

De esta manera, me atrevo a comenzar algún relato que posiblemente ya esté relatado, que quizás esté empezando en otra época o en otro lugar, igual o distinto, pero siempre diferente. Narraciones que se asemejan y que un día u otro rivalizarán, se complementarán u ocuparán el mismo anaquel en esa librería universal que soñara Borges, en la Biblioteca de Babel.

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