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volandovengo

No llevo la cuenta

No llevo la cuenta

Ya no llevo la cuenta. No creo que se reduzca a una cuestión estadística. Es una aberración. La violencia entre parejas, entre padres e hijos, es el castigo más grande de nuestra época.

¿No pueden tirar cada uno por su lado y en paz? ¿No se puede borrar el pasado e inventar un futuro? ¿No podrían los hijos decidir?

Un juez en Galicia, creo, ha dictado una sentencia modélica. La casa es de los hijos. Los padres, cada seis meses, irán a convivir con unos retoños que no cambian de ambiente, ni de cama, ni de cepillo de dientes.

¿Tan difícil se hace el entendimiento? ¿Tan grande es el odio entre quienes se quisieron tanto?

Hasta que la muerte nos separe no puede ser esto.

Ahora leo en un libro antiguo (de 1968), de los que tengo de cabecera, unas notas que aclaran algunas cosas. Juan Perucho, entreviendo los naturales avances sociales de la mujer en los sesenta, escribía:

Hay algo que al hombre le desazona. El impulso secreto del sexo parece como si hubiese quedado alterado, y no es la igualdad, el nivel cultural, la libertad de la mujer lo que le conturba y alarma, sino un cierto desplazamiento de la iniciativa en un muy determinado, tradicional y particular aspecto.

Y es que, lo que nos duele a los hombres es comparable a la dolencia de los blancos tras la esclavitud. Lo que no soportamos es peder el poder ancestral de ser el sexo fuerte, el sexo privilegiado, el hombre sobre la mujer, el blanco sobre el negro, los arios sobre los judíos, el dinero sobre la miseria, el primer mundo sobre el tercero, la arrogancia sobre la humildad, los violentos sobre los débiles...

3 comentarios

volandovengo -

Creo que esa es la cuestión. Cuando teníamos el poder no nos hacían falta los argumentos. Ahora que lo perdemos, sólo nos queda la fuerza bruta.

pavo al güisqui -

Es que peder el poder huele fatal

Jesús Lens -

Muy acertadas reflexiones. La dominación del hombre por el hombre... en base a segmentaciones distintas.