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volandovengo

El beso robado (3)

El beso robado (3)

Lidia

Joder, qué lío tengo. La otra noche me planteó Ángel ir al cine. No es mi plan favorito de una tarde de sábado, pero, como no teníamos otros planes, me pareció bien. Entonces se lo dije a Mónica, que me la encontré en la escalera. Ella, al principio no quería venir para no interferir en nuestra relación. Que conoce a Ángel, me dijo. Si ella tuviera pareja sería otra cosa. Yo podía haberle tomado la palabra y que no viniera. Pero me dio cierta pena en parte. Y también por mí. No voy a renunciar a mis amigas porque tenga novio. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Fuimos a una de esas películas que le gustan a Ángel. De esas del espacio y de cohetes. Yo me puse en medio, como es lógico. Así que me tocó aguantar el paquete de rosetas. Yo, la verdad, como pocas o no como. ¡Me dan una tos, que no puedo! Los dos cogían alternativamente, creo. Pero, casi al final de la película, se me ocurre mirar para abajo y Ángel da un respingo. Estaban cogidos de la mano. Así, tan campantes. Delante de mis narices. Es que soy tonta. Encima que la invito, me ponen los cuernos. Mi vecina, mi amiga. Mi intención era levantarme e irme, pero, cómo los voy a dejar a los dos solos. Para colmo la noche continuó en una pizzería y después en un bar del centro. Cuando Mónica fue al baño, le pregunté a Ángel qué había entre ellos. Y, el cara dura, me dice que nada, que no lo ha habido ni lo habrá. Y que lo del cine fue un malentendido, un accidente. Así se llama ahora: accidente. Que te pongan los cuernos delante de tus narices es un accidente. Mi cabreo crecía por momentos. Ángel también se enfadó o hizo como si se enfadara. Cuando volvió Mónica, que se había pintado un poco, él le hizo una mueca. ¡Lo que faltaba! Encima sonrisitas. No lo podía aguantar. ¡Tendrá cara dura! Encima, propuso tomarnos un cubata allí, donde la conocen. Eso ya es un golpe bajo. Ángel, para disimular, dijo que él no iba. Hubiera sido un buen momento para pedirle explicaciones a esa putilla de tres al cuarto. Pero no. Al final fuimos los tres a ese sitio cutre, cutre, cutre. Me tomé un zumo que me sentó hasta mal. Ángel dijo que nos acompañaba. ¡Qué pesadilla! No podía haberse ido ya a tomar por el culo. No, tenía que acompañarnos hasta la mismísima puerta. Intentó cogerme de la mano. Intentó hablarme. Me dijo que me quería con las lágrimas asomando. Pero yo ni caso. Aunque, al llegar a casa me ablandé y él se puso otra vez rígido. Que me besara, si quería, al final le dije. Que subiera al piso. Que podíamos darnos otra oportunidad. Como no reaccionaba, el beso se lo intenté dar yo. Y entonces me quitó la cara. El muy cerdo me despreció. Así que, en un arrebato, dije que necesitaba un beso y se lo daría al primero que pasara. Lo dije en broma, claro está. Pero un chico alto, con pelo largo, buenísimo, que me había oído, me tomó la palabra. ¡Qué bien me sentó ese beso! Ángel, se volvió entonces, y le dio una hostia que lo tumbó antes de irse. Se llama Mario.

* Fragmento del beso de Rodín.

2 comentarios

volandovengo -

Me temo, Jesús, que eso no lo vamos a saber, pues el acontecimiento termina con el "peluó" en el suelo y Andrés yéndose. Así que cualquier conclusión o "the end" lo debes sacar tú mismo, si te apetece (o cualquiera que lea el cuento).

Jesús Lens -

Espero que sea la pobre Mónica la que se quede con el pelúo ;-)