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volandovengo

Los siete cabritillos

Los siete cabritillos

Mi niño Juan me pide de vez en vez algún cuento que ya conoce para afianzar sus datos, para enriquecer sus imágenes o para tirarme de la lengua y que le comente lo que se escribe entre líneas.

Muchas veces, lo que pretende es que recree los cuentos, que les de otra vuelta de tuerca o que incluya en mi relato circunstancias colaterales, inapreciables a símple vista.

Con el cuento de Los siete cabritillos tiene un seguimiento especial, pues, desde muy pequeño (él, no yo, por supuesto), le estoy contando las aventuras de esta familia de rumiantes desobedientes de dos formas diferentes.

Hace unos días, me pidió que le contara una versión diferente de Los siete cabritillos (yo me lo he buscado).

Así queda:

El lobo feroz se escondía detrás de un árbol, vigilando el camino, por el que pasó inocente un pequeño cabritillo. La fiera le saltó al encuentro, con la boca hecha agua, y gritó, con las zarpas levantadas: "Hoy me comería un cabritillo". El animalito, sin inmutarse, le respondió: "Pues te vas a quedar con las ganas, que yo soy una gallina. Co-co-co-co...". Y así, cacareando siguió su camino. Si acaso, advirtió al lobo, detrás suya sí que venía un cabritillo.

No le quedó más remedio que regresar al acecho, tras el árbol. Por el camino, se acercaba entonces el hermano inmediatamente mayor. El lobo se le puso delante y, relamiéndose, le comunicó: "Hoy me comería un cabritillo". El segundo de los cabritillos se quedó pensando y, como el anterior, exclamó: "Pues te vas a quedar con las ganas, que yo soy una gallina. Co-co-co-co... Detrás mía viene un cabritillo hermoso".

Volvió feroz el lobo a su escondite, cuando vio llegar distraído a un cabritillo más grande que el anterior. Le salió al encuentro entonces y, con un rugido tremebundo, le dijo: "Hoy me comería un cabritillo". El cabrito, acariciando sus cuernos, que ya despuntaban, le comunicó al hambriento: "Pues te vas a quedar con las ganas, que yo soy una gallina. Co-co-co-co...". Y, cacareando, cacareando, gritó mientras se iba que un cabritillo de gran tamaño le seguía los pasos.

Al resignado lobo se le iban acumulando tanto las ganas como las contrariedades. Con el cuarto, el quinto y el sexto cabritillo se repitió la misma operación. Sus dientes, su estómago y su pensamiento, estaban decididos a comer cabritillo, pero sus ojos le engañaban. Así que se lavó la cara y limpió sus anteojos para que no se le escapara nada.

El séptimo cabritillo era casi adulto, de cuerno grueso y afilado y barbita descuidada. El lobo, antes de que algo sucediera, le dijo a su posible víctima: "No me digas nada. Tú eres una gallina". El animal le aclaró, empezando a correr tras el hambriento: "No. Yo soy un cabritillo y te voy a aplastar".

Mientras iba huyendo del cabritillo feroz, el lobo se lamentaba: "Si lo sé, se me habría antojado una gallina".

Juan se ríe mucho y yo lo apunto para que no se me olvide, como las otras versiones.

4 comentarios

volandovengo -

Me alegro que te guste, B. Ya mismo sois vosotros los que tenéis que inventar cuentos.

B -

¡Muy bueno!

volandovengo -

Todo llegará, Rigoletto. Savater, en su última novela, decía: "Demasiados cuentos para que me salgan las cuentas".

Rigoletto -

Haces bien en inventar cuentso para tu hijo. Con el paso de los años, será él quien invente cuentos para ti: que el profe la ha tomado con él; que un amigo se puso enfermo y por eso vuelve a las tantas; que Mariví y él son novios para siempre; que...
Mucho cuento, en definitiva.
Saludos,
Rigoletto