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volandovengo

Encomio del anonimato

Encomio del anonimato

Ya lo he comentado más de una vez. Antes siquiera de adivinar que mi mayor modo de expresión era la palabra, de que mi precedencia comunicativa era la escritura, probaba a pintar, más bien a dibujar. Mi estilo era metódico y tendente al perfeccionismo de la línea. Cuestión doblemente dificultosa, pues mi mano tiende a ondular lo que mi cabeza concibe recto.

No obstante un poder improvisador y altamente surrealista hacía que las dudas en la ejecución fueran aciertos en el resultado.

Dibujaba desde que tenía razón de uso. La plumilla era mi arma y el onirismo mi destino. El horror vacui caracterizaba mi trabajo y la paciencia árabe era mi máxima virtud.

Con el tiempo, esa parsimonia en dilatar los minutos, se fue perdiendo y de la plumilla pasé al pincel y del relleno al gusto por el espacio en blanco, por el vacío, por el silencio, tanto como lo puede apreciar un concertista de guitarra.

El resultado fueron muchas horas de concentrado trabajo, un gran cultivo interior, la proliferación de dibujos que no sé dónde han ido a parar.

Sin ser consciente de ello, sentía que era un mero instrumento, que materializaba algo superior a mí. Prueba de ello es que ahora veo alguno de mis obras y me pregunto cómo fui capaz de hacerla.

Tanto es así que raramente firmaba bajo el papel. No era ni falsa modestia ni creencia en el anonimato, sino algo más interno que rayaba en la globalidad, en la necesidad de popularizar mis intenciones. No sé.

Incluso estuve expuesto en un espacio de jóvenes artistas y, al vender uno de mis cuadros, lo tuvo que firmar la galerista.

Después se me pasó la afición y las ganas. Dejé de pintar sobre todo por el complejo de conocer a verdaderos pintores, con sus razones, con su técnica, con su lenguaje y habilidad, que limitaban mi visión.

Con la poesía me ha pasado otro tanto. Hay verdaderos poetas que entienden el significado de la palabra, de la metáfora y de la música. Gente con cualidades innatas que se expresan poéticamente con autoridad y sin esfuerzo.

No es mi caso. Sin embargo, con mucho pudor, reúno letras y compongo versos, que me atrevo a publicar y a mostrar al público (aunque, bien mirado, es lo que hacen muchos; Granada está llena de poetas pero falta poesía).

Algunos poemas breves (soy incapaz de escribir prolongado), algunas letrillas sueltas, han aparecido en este mismo blog. Alguien me dijo si no temía que me las quitaran, que las cantasen por ahí. Le respondí que lo mejor que le puede pasar a un poema es que deje de pertenecerte.

Oscar Wilde, en El retrato de Dorian Grey (1890), dice Estamos en una época en que los hombres creen que el arte debe ser una forma de autobiografía. Hemos perdido el sentido abstracto de la belleza.

Los que me conocen saben que soy autor de esta página. Tampoco me escondo. Pero en ningún momento he reconocido oficialmente quién se esconde detrás de volandovengo, reivindicando así el anonimato y ese sentido abstracto de la belleza. La vanidad nunca ha sido mi fuerte.

* Dibujo de 1983, una alegoría sobre la muerte de Cristo (disculpad la mala calidad de la foto).

3 comentarios

volandovengo -

Carmen, yo sí que me alegro de que me leas bajo ese prisma tan fresco como maduro y con ese reconocimiento que me hace evidente, o sea, claro y distinto, bajo tu mirada.
Jesús, vivimos unos años en que la marca supera al producto, en que lo principal es nuestro ombligo y el reconocimiento. Creo sinceramente que lo importante es la belleza sin importar quien la firma.

Jesús Lens -

Como te lean algunos cineastas y creadores, te funden ;-)

Te entiendo muy bien. Y, sin embargo, al final acabé firmando con nombre y apellido. Tu texto me hace reflexionar sobre el cuándo y el porqué.

Carmen -

Me alegro de compartir, de nuevo, la misma visión. Me alegro también de saber quién se esconde detrás de este sitio y de reconocerlo en cada frase articulada. Pero más me alegro de ser una de las lectoras de este blog.
Un beso.