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volandovengo

La riqueza instrumental de Paxariño

La riqueza instrumental de Paxariño

Qué gran concierto y qué poco aprovechado. El sobresaliente que alcanza Javier Paxariño, uno de los máximos representantes de la World Music de España, y el resto de su banda, no rozó el sobresaliente por las condiciones del concierto.

Me enteré a última hora, pero no podía perderme las propuestas de Paxariño en Granada, su ciudad de origen (después me lo dijo). Venía a ilustrar un congreso sobre inmigración en la facultad de Ciencias Políticas.

Empezó bastante más tarde de lo que estaba anunciado, pues debía supeditarse al ritmo del congreso, que se alargaron sus sesiones y después hubo un catering a manera de recepción. El sitio destinado para el concierto no era el salón de actos sino un aula grande y fría habilitada para tal que ocupamos menos de una treintena de personas y la mitad de ellas ajenas al evento académico.

Una pequeña palestra les servía de constreñido escenario que difícilmente se veía ante la planitud del aula de pupitres terriblemente ordenados. Una luz fluorescente e invariable terminaba por afear el ambiente.

Paxariño y los suyos, sin amilanarse un ápice, dieron un recital de categoría, como si los estuvieran observando tres mil espectadores. Tratándose de unas jornadas migratorias, sabiamente quisieron hacer un viaje por el mundo centrados en el Mediterráneo, aunque con puntas de estrella bien visibles. En cada estación mudaban los vientos, o sea, el instrumento soplado por el titular de la banda.

Comenzaron con una pieza breve chinesca en escala pentatónica, que es la clave que identifica la música oriental. De China pasan a Grecia y de aquí se expandieron por territorio turco, llegando a las montañas de Anatolia, donde se acuerdan del pueblo Kurdo, con un curioso compás por seguiriyas. Desde aquí empezó a tomar protagonismo en la velada un clarinete metálico originario de Turkía.

Pasamos después a oriente medio con un tema extendido por todo el Islam, procedente de Córdoba del siglo noveno, para desembocar en propuestas bereberes con ritmo de bulerías.

Aunque, al no tomar nota, puede que se me olviden temas, altere el orden y pierda detalles, su recorrido por las tres culturas que han denominado la Península Ibérica: la musulmana, la judía y la cristiana, caracterizaban el recital.

Un tema propio de gran riqueza nos fue acercando al final donde saltaron a Argentina, haciendo una pieza de un músico de Astor Piazzolla, que no logro recordar su nombre. Aquí destacaron los solos del pianista, a pesar del órgano tan limitado que se obligó a manejar (después me confesó que el teclado “sonaba poco pero desagradable”); y los del percusionista, David García, grande donde los haya. Demostró el dominio del bombo que, para un baterista es lo principal. Por mucho juego de manos que se tenga si no se controla el compás del pie derecho es difícil destacar en la batería.

Los instrumentos eléctricos que en interacción con los acústicos generaban un espacio mágico

Un tema de percusión, dirigido por este baterista, donde tañían dos medias calabazas en sendos barreños de agua, un par de tambores de distintos tamaños y unas piedras que entrechocaban imprimiéndoles agudeza al conjunto, representaría la personal guinda étnica.

Un rápido bis sefardita (la facultad la cerraban) puso fin a un concierto tan bueno como desaprovechado, repito.

2 comentarios

volandovengo -

Fue un pequeño lujo.

B -

Qué envidia me das.