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La evolución de Patricia

La evolución de Patricia

Victoria López, una joven bailaora que conocí hace poco tiempo, me decía que por fuera se conoce cuando vienes de Granada. A una bailaora de la tierra se la conoce, no sólo por la flor en lo alto de la cabeza, sino más bien por sus formas y por su fuerza, por esa caía hacia atrás tan sacromontana o por el especial roneo por tangos.

Pero, también es verdad, que una de las principales facultades que debe adquirir un flamenco, y si es bailaor/a más, es la capacidad de volar. El flamenco de Granada necesita alas para abandonar el nido, para ver mundo, para impregnarse de otras corrientes, para avanzar en perspectivas.

Hay buenos flamencos que no se han asomado ni al tranco de la puerta, hay y ha habido bailaores inmensos que han dormido toda su vida bajo el mismo techo. Pero hogaño se impone abrir esas alas y asomarte a la escuela sevillana y a los consejos de Matilde Coral, al concepto cordobés y la generosidad de Javier Latorre o al día a día en un tablao madrileño y la trama universal que allí se ha formado desde Manuel Liñán hasta Anabel Moreno (los dos granadinos), pasando por Marco Flores. Es necesario, para nuestra formación y nuestro espíritu, haber formado parte, aunque sólo sea por una temporada, de una compañía (Yerbabuena, María Pagés o El Junco).

Por otra parte, y ya termino con los consejos, es necesario tener ojos y ver a los demás. Hay que ser universal para llegar a ser uno mismo. Acudamos a los teatros, a los festivales y a las peñas para ver bailar a nuestros compañeros, para apoyarlos con nuestra presencia y para aprender o simplemente observar que otras cosas son posibles.

Patricia Guerrero bailó este sábado en La Platería después de haber estado fuera una larga temporada, prácticamente desde que ganó el Desplante minero en 2007. Durante este tiempo ha viajado, estuvo en Barcelona, ha visitado Japón y se ha instalado en Sevilla. La última vez que la vimos por aquí fue en la compañía de Rubén Olmo bailando en el teatro Alhambra, en el ciclo Flamenco Viene del Sur.

La evolución de esta bailaora es manifiesta. Su madurez, evidente. Su trayectoria, imparable. Está llamada, sin lugar a dudas, para tener un nombre entre las grandes. Pero ella sabe mejor que nadie que esto es una carrera de fondo, que después de un paso viene otro, que, como nos enseñó Machado, el camino se hace al andar. Sabe que sin estudio, sin ensayo permanente y sin riesgo constante no se llega a parte alguna.

Patricia siempre ha sido una esponja. Ha aprendido de todos y ha ido fabricando un baile de retales excelentes con firmas de calidad, que poco a poco ha ido adaptando a ella y aportando de su cosecha para lograr un baile cada vez más personal. Así, vimos cositas buenas que no se las hemos visto a nadie.

Se ha sabido rodear siempre de un buen cuadro atrás que sepa arroparla, después de alguna mala experiencia. Logrando para la ocasión a cuatro flamencos de lujo. A saber: Miguel Lavi, de Jerez, y David ‘El Gayi’, de Morón, al cante; Luis Mariano a la guitarra; y Miguel ‘El Cheyenne’, con el cajón, los dos de Granada.

Su baile es novedoso, rico y esforzado. Baila tonás y alegrías, separadas por unas malagueñas que bordan sus músicos. Las voces están llenas de desgarro y pellizco; la guitarra de Luis ha adquirido una rabia que, unida al preciosismo de siempre y al punto de eficacia y flamencura, lo dimensionan cualitativamente; la percusión es moderada y precisa.

La segunda parte es una soleá de buena factura que, al pasar a bulerías, baila Patricia apostándolo todo, sacudiendo sus ganas, demostrando a “su” público que avanza por buen camino.

* Foto tomada de su web.

2 comentarios

volandovengo -

Viene del calé, Alberto. Ronear viene a decir coquetear, vacilar, ligar con alguien... En el baile es una manera de sentirse bella y dominadora, con facilidad para seducir.

Alberto Granados -

¿Qué es eaxactamente roneo? No lo sé.
Por lo demás, tu crítica es muy buena, llena de sugerencias.

AG