Blogia
volandovengo

Hasta qué punto vienen empujando

Hasta qué punto vienen empujando

Los Veranos del Corral

Ganadores del Certamen IAJ

Hay una hornada de flamencos jóvenes, muy jóvenes, en Andalucía que vienen empujando en el orbe del flamenco. Este mundo, para bien o para mal, ha ido cambiando. Por exigencias de la vida, se ha adaptado a los tiempos como cualquier otro arte. Ya es casi imposible improvisar, cantar con un guitarrista que te toque en suerte, actuar sin megafonía o salir al escenario con la copa de fino o el poquito de güisqui.

El flamenco se transforma por medio de sus actuantes. La pureza cada vez está más diluida (si no entendemos que el flamenco es mestizaje y diversidad). En veinte o treinta años se ha “avanzado” más que en siglo y medio. De un tiempo a esta parte el flamenco es aprendido.

Los jóvenes, en su mayoría, estudian (que es la única forma de avanzar, pues se innova desde el conocimiento). La mayoría se parecen a… hasta que encuentran su camino personal, un lenguaje propio con que expresarse, con el que trasmitir el flamenco que se siente. Y es lo más difícil. Y es la piedra angular con la que todos sueñan. Y es por donde deben ir los tiros de cualquier artista, de cualquiera que se quiera abrir camino en el flamenco: encontrar un lenguaje personal.

Pero cuando se deja uno llevar, cuando se tienen sus modelos fijos, cuando se cogen vicios o se confía demasiado en su propia persona, puede pasar como el vino, que los hay equilibrados, estudiados y medidos y hay “los que da la tierra”, que suelen ser peleones e indigestos.

Entre los nuevos flamencos hay de todo, aunque en general la seriedad es lo que impera. Todos son conscientes de que hay mucha competencia y no todos pueden estar en primera fila.

Lo más importante sin embargo es la humildad. Todos los grandes no lo han dejado dicho. Aprender de todo, dejarse aconsejar, analizarse continuamente…

Fue evidente, el lunes en el Corral, que los actuantes que había estaban empezando. Los ganadores del Certamen del Instituto Andaluz de la Juventud, toque, cante y baile, tuvieron doble premio: el que les concede el IAJ y el de participar en uno de los mejores escenarios de pequeño formato de este país.

En guitarra, el almeriense David Caro, con más acompañantes de los deseados, comenzó por granaínas. Su cantaor, Bernardo, se acordó de Manuel Ávila. Continuó por tangos. Breves para la voz de Isabel Jurado, transportando la prima en si. Al percusionista, aunque discreto, le sobraba el tambor (un redobles seguramente). Sin embargo, su apuesta e intenciones, llegaron por bulerías en solitario, en las que siguió la estela de Diego del Morao y de Vicente Amigo. Aunque quizá más apresurado de la cuenta y con el bordón un poco bronco. Termina por cantiñas. No es buena señal, por último, que los guitarristas de ahora no puedan pasar sin el afinador.

En segundo lugar intervino Carlos Cruz, hijo del buen cantaor jienense del mismo nombre. Comienza, como el anterior, por granaína y media, que son de Chacón, aunque las hace a su manera. Tiene facultades y perspectivas, que demuestra con creces en la soleá (al 6). Las bulerías finales también tienen su punto. El principal problema de este cantaor es el guitarrista con que se acompaña. Muy ajustado y fuera de tiempo, Rubén Campos (de Láchar), espera que el cantaor lo siga y no al contrario. Mirado desde una perspectiva profesional, Carlos necesita un guitarrista que lo almohade en condiciones y que lo haga crecer.

Hugo López es el premiado en la modalidad de baile. Es original en un primer momento, proponiendo zorongo, aunque vaya por fiesta. Es bastante impetuoso y desgarbado, pero tiene buenos pies. Sus cambios son radicales. En su descanso, Delia Membribe nos ofrece malagueñas de la Trini. Su voz es canastera y recuerda por momentos a Carmen Linares. Los abandolaos los mezcla y ya no sabes si son fandangos o jabegotes. También les acompaña David Caro. Un segundo músico, Luis Medina aporrea la guitarra. El bailaor cordobés termina por farrucas. Sus ganas se imponen a la lógica y zapatea cuando le están cantando y marca cuando el compás le deja espacio.

La madera existe, lo que falta es que arda bien (y si calienta y desprende olor, mucho mejor).

* David Caro (foto: Antonio Conde©).

0 comentarios