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volandovengo

Canturreos

Canturreos

Nietzsche afirma que los que cantan son felices y, acto seguido, se pregunta por qué cantan los rusos. Ignoro si el pueblo soviético de principios de siglo, cuando el pensador alemán podía haber escrito esta sentencia, eran felices o no, con la revolución del diecisiete al caer o en pleno conflicto civil o quizá en la posguerra. Lo que sí puedo asegurar, después de haber tratado algún ruso, es que son cantarines.

También, no me cabe duda, que el cante (individual) o el canto (coral) es motivo de dicha. Se canta cuando se está alegre y cuando se está bebido, es una manifestación del ánimo y, aunque Nietzsche se refiriera al canto en grupo, existe un exquisito acercamiento al canturreo o al cante individual, muchas veces entre dientes o simplemente naneando, en las labores cotidianas, bajo la ducha o durante la limpieza.

La televisión, entre otras cosas, ha mermado nuestra inclinación al canturreo. Antaño nuestras madres, abuelas y trabajadoras del hogar, por poner un caso, entonaban las cancioncillas de moda o acompañaban los sones de la radio.

Es un cante individual, aunque no tiene por qué ser solitario. Así, no es difícil que al entrar a un taller, verbigracia, algún operario, o más de uno, por su cuenta esté canturreando.

Ferrer Lerín, el que me anima a colgar esta entrada, comenta en su blog que esos cantantes “son inconscientes de su ejercicio de canto” y que el canturreo es “esa cancioncilla indefinida que susurra cuando [se] es feliz, una costumbre que sólo grandes personalidades –José Luis Sampedro, Belita, Nardo Vuelco- son capaces de mantener durante toda una vida...”. Se asombra, por otro lado, que dos de estos cantantes, del que él hace mención, Sampedro y Belita (dentista local), coincidieron recientemente, después de que hubiera hablado de ellos.

Hay algo más que se acerca al canturreo que mi mente empareja, aunque es completamente distinto. Se trata de la cancioncilla nemotécnica que antes teníamos en las escuelas (los mayores se acordaran) para aprendernos las lecciones. La oración de la mañana era prácticamente musical y la tabla de multiplicar o los límites del estado español (España limita al norte por el mar Cantábrico y los montes Pirineos que la separan de Francia) los aprendimos cantando.

Ahora me encuentro, en la panadería que acudo a diario, que la dependienta me despide con un “hasta luego” musical que, suavizando la ge y alargando la o final, me alegra la mañana.

* José Luis Sampedro en la foto.

2 comentarios

volandovengo -

Te veo animado a comentar. Qué no decaiga!

n0n0 -

Buen análisis, quien canta su mal espanta.
Me voy tarareando a visitar el blog de F Ferrer (nonaino naino)