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El camino inevitable

El camino inevitable

32 Festival Internacional de Jazz de Granada

Que el flamenco es mestizo es ya una cuestión indiscutible. El flamenco se ha ido haciendo a lo largo de los años, a través de estos dos siglos escasos de vida, de todo el poso cultural de nuestra tierra y el foráneo que, como un viento caprichoso, tuviera la fortuna de soplar por Andalucía. Ya se reía Manolo Sanlúcar cuando le hablaban de fusión, diciendo que la esencia del flamenco es esa mezcolanza.

Es normal que los flamencos se acerquen a los conceptos del jazz. Es normal que en los festivales de jazz tengan cabida los flamencos. Así, la tercera jornada del encuentro jazzístico en Granada (17 de noviembre de 2011), compartieron escenario el contrabajista Dave Holland y el guitarrista Pepe Habichuela. Fue un camino del jazz al flamenco y no al revés, aunque concesiones a la improvisación y al swing y a los solos del jazz estuvieron presentes.

El recital, grosso modo, fue la presentación del disco Hands, editado hace un año, donde podemos ver a un Pepe Habichuela, el más cosmopolita de los flamencos, creativo y abierto, junto con un Dave Holland, posiblemente el mejor bajista de la actualidad, redondo y versátil, atravesando un sendero conocido, entendiéndose a la perfección entre las notas y las miradas. De hecho, Pepe llegó a exclamar que Holland “es ahora un gitano y yo soy casi un inglés”.

La noche sin embargo comenzó turbia. Una suciedad de trasfondo, unido a un sonido desajustado, hizo que la bulería fuera algo farragosa. Problema que quedó paliado en la segunda entrega por Huelva, antes de entrar en un par de temas más genéricos donde el Habichuela hizo mutis y, seguidamente, su hijo, Josemi Carmona, que venía de segundo guitarra, dejando sólo al imaginativo inglés con los dos percusionistas que arropaban todo el trabajo: Bandolero y Juan Carmona. Imprescindibles, aunque abusaran de los solos, aunque se repitieran con la monotonía del cajón.

La taranta, llamada Camarón, fue un ejemplo de buen gusto y complicidad, en la que el contrabajista de Wolverhampton bordó el sentimiento hasta parecer que cantaba con el mismo instrumento, y donde un servidor en realidad entró en el concierto.

Habichuela, solo en las tablas, apuntó una media granaína dedicada a su hermano, Enrique Morente. Preciosista por una parte, pero faltaba finura por la otra. Y es que el guitarrista granadino no halló su mejor noche. Desajuste que se incrementó en la soleá.

Con lo que yo me quedo, sin discusión, la mejor pieza de la velada, fue la seguiriya y cabal, hermosa y rica en contrastes y comuniones. Una seguiriya acelerada, como le gustaba al maestro Morente, más para acompañar al baile que para ser tradicionalmente escuchada. Después de este paso, cualquier otra propuesta estaría bien, pues el pellizco ya me había cogido por dentro.

Después de algún tema más, teniendo a Josemi como protagonista, guitarrista con mucho gusto, que conoce sus límites, pero no se extralimita, piezas posiblemente pertenecientes a su último disco, Las pequeñas cosas, cercanas a la fiesta, termina el recital con una impresionante rumba, grandiosa y armónica, a la que yo le añadiría algunas voces.

Tras varios minutos de aplausos, que a los postres fueron a compás, se despidieron con un bis por tangos en donde salió a relucir de forma evidente la sangre del Camino y la esencia Habichuela.

* Foto: Europa Press, Teatro Central.

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