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volandovengo

Buenos propósitos

Buenos propósitos

Poco después de salir de mi casa esta mañana, mi hijo me dijo que tenía hambre. No puede ser, le dije, pues había desayunado hacía un momento. Un vaso de leche y ocho galletas, me confesó. Me comería un caballo, dijo recordando alguna película o vete a saber qué. Bueno, un caballo no, reflexionó, porque es mi segundo animal favorito. El primero es, me dijo sin yo preguntarle, el guepardo. ¿El guepardo? Porque corre más que ninguno y es carnívoro, añadió como manifestando su preferencia por la carne. ¿Ya no te gusta el basilisco?, pregunté recordando un trabajo de clase donde dibujó a este animal mitológico ante la extrañeza de la maestra y los compañeros. El basilisco no existe, me respondió como decepcionado, quizá por la espeluznante clarividencia de algún “enteradillo”. Tampoco existe la felicidad completa y no dejamos de buscarla, fue mi respuesta encendida en una mañana de víspera de Reyes, mientras entramos en una panadería para comprarle tres rosquillos de anís, donde se nos colaron dos señoras pintarrajeadas con abrigos de piel.

A mi hijo sé que puedo darle esas repuestas y hablarle de lo divino y lo humano, de lo que se ve y de lo que se sueña. Por eso, cuando lo llevé a la tienda de música de un amigo y le preguntaron qué instrumento tocaba, dijo la batería y la guitarra y el órgano y todos los que veía e identificaba, y es que para él todo estaba a su alcance, con ocho años recién cumplidos el mundo es maleable, se ajusta perfectamente a la medida de nuestros deseos y así debe ser.

La Navidad es la Navidad, tiempo de vacaciones y regalos, aunque también de renovación, como la primavera, como el comienzo del curso, como el veraneo…

Los kioscos, las editoriales, lanzan colecciones en estos tiempos de cambio en los que nos proponemos adelgazar o dejar el tabaco o leernos por fin ese libro gordo o retomar nuestras clases de ikebana o pintar la fachada o hacerle más caso a nuestros padres o viajar a Florencia o mil cosas.

El Año Nuevo, con uvas o sin uvas, con ropa interior roja o sin ropa interior, con el pie derecho o el contrario… siempre conlleva un cambio, siempre admite un deseo que no siempre hace falta desear porque es lo que siempre estamos deseando. Un trabajo, un amor, un techo o la salud.

Son tiempos difíciles y nuestros deseos se han simplificado. Recuerdo un anuncio, aunque no recuerdo lo que anunciaba, que recomendaba: “¡vaya alegre por la vida!”. Y quizá ahí se encuentre la felicidad completa, el basilisco, en sonreír, en regalar sonrisas y alegría y en trasmitir esos buenos propósitos de trazar en el mundo una nueva franja de color.

Feliz 2012 a todos los lectores de este blog.

4 comentarios

volandovengo -

Es una buena costumbre, leerme al azar (al menos para mí). Seguiré hablándole así a Juan porque no sé tratarlo de otra forma.

María Angustias -

Estoy buceando en tu blog, que me gusta entrar y pinchar en cualquier fecha y ver lo que me sale. Ahora me he encontrado con este montón de buenos deseos, de cambio, de renovación; y aunque no sea primero de año, bien es verdad que acaba de llegar la Primavera, lluviosa y fría, pero Primavera al fin. No dejes nunca de hablar así a tu hijo, se hará un hombre de provecho como tú con esas charlas. Un besico.

Carmen -

Jorge, me ha dado un escalofrío pensar que tu niño se está haciendo mayor.
¡Si el basilisco no existe que baje dios y lo demuestre!

Felicidad completa para el 2012: alegría es lo único que no nos falta.

B -

Feliz año, Jorge