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volandovengo

Devaneos en otoño

El miércoles envejecí;
lo noté en mi ánimo.
Un amasijo negro de sudores, 
se enrosca en la caja de cambios.
Soy uno de esos 
que mira cuando pasas.
Soy el que muere día a día 
colgado en tu abanico.
El tranvía ha pasado 
sin si quiera mirar atrás.
Un señor lleva 
tu corazón doblado 
junto a la billetera.
El trabajo se sufre
por los trabajadores.
También su ausencia.
El mundo no es redondo por capricho.
Calígula era un dios;
yo no lo niego.
El miércoles envejecí. 
Yo era ella. Y yo era Dios.
No quiero adelantar suspiros.
Derribaré aquellos albatros 
que andan descontrolados 
en los surcos de mi almohada; 
augures negros del silencio
chirriante, en las fronteras del espejo.

* Reviso este poema, que puede tener veinticinco años.

2 comentarios

volandovengo -

Gracias por leerme, Rossy. Soy pesimista por naturaleza, y son esos cuentos los que acaban conmigo... Son tan bellos los comentarios personales sin tener que recurrir a textos ya escritos, que, cuando veo un conato de palabras ajenas, lo rechazo por instinto.

Rossy -

Todo es triste para ti. Te traje un cuento que no es molarina.
Hace muchos años existía un samurái que creía tan fielmente en sus propias palabras que era capaz de enfrentarse en duelo a cualquiera que lo contradijese. Nunca había perdido ningún combate.



En una ocasión acababa de llegar a un pueblo y vio como todo el mudo iba en masa en una determinada dirección, paro a uno de los aldeanos y le pregunto: – donde vais todos.

El aldeano le dijo muy educadamente – Vamos a escuchar al maestro Wei-



¿Quién es el maestro Wei?- repuso el samurái

-El maestro Wei, es el maestro más famoso de toda esa región- Al oír esas palabras, el samurái sintió un poco de curiosidad por saber quién era ese maestro por el cual todo el mundo había salido de sus casar para ir a escuchar.

El maestro Wei era un anciano bajito y delgado que prácticamente ya estaba en sus últimos años de vida.



Segundos después de llegar todo el mundo el maestro Wei empezó a hablar:

-El hombre ha creado a lo largo de los años muchas armas poderosas, pero para mí la más poderosa de todas es la palabra.



El samurái muy enfadado por lo que acababa de oír dijo: -solo a un loco aciano como tú, se le ocurriría esa sarta de estupideces.- En eso que saco su espada y dijo:- no hay nada más poderoso que el filo de una espada.-



Entonces Wei le miro a los ojos fijamente y dijo: – Es normal que un patán como tú diga eso, solamente eres un hijo de perra sin estudios, que no conoce más mundo que la violencia.

En el momento que el samurái escucho esas palabras su cuerpo se encendió, perdiendo el control de su mente, se dirigió rápidamente a donde estaba el anciano.



-Anciano vete ya despidiendo de tu vida, porque acaba de llegar a su fin.-



Entonces inesperadamente Wei se inclinó y comenzó a disculparse:

-Noble guerrero perdone la vida de este anciano. Solo un hombre mayor y cansado podría tener un desliz hacia su persona, ¿podrá perdonar la vida a este aciano, que por su locura pudo ofenderle?



El samurái se paró en seco y dijo:

Claro que si gran maestro Wei , acepto sus disculpas.



En ese instante el maestro Wei le dijo:

Amigo mío. ¿Son o no poderosas las palabras?