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volandovengo

Estoy en la luna

Estoy en la luna

Cuando estuve en Úbeda por primera vez, tendría 13 o 14 años, con algunos amigos de la misma edad, referíamos humorísticamente a nuestras anfitrionas la expresión de andar ‘por los Cerros de Úbeda’. Ellas, niñas también de nuestra quinta, nos decían con sarcasmo que en su pueblo no había cerros. Durante mucho tiempo pensé que su inexistencia incidía en el dicho. Estar en los Cerros de Úbeda venía a ser como pensar en las musarañas o estar en Babia o estar en la inopia o estar en la luna o no esterarse de nada.

Inopia significa ‘Indigencia, pobreza, escasez’ y estar en ella, según el Diccionario de la Real Academia, sería ‘ignorar algo que otros conocen, no haberse enterado de ello’. Por similitud, estar en Babia es ‘estar distraído y como ajeno a aquello de que se trata’. Babia viene de ‘baba’ o de babieca, que es la ‘persona floja y boba’, o también puede provenir de una comarca montañosa de León, formada por los concejos de Babia de Arriba y Babia de Abajo. Así, estar en Babia, es vivir en el país de los ‘tontos’ o, según Gregorio Doval (Del hecho al dicho, 1995) puede referirse a la evasión de los primeros reyes leoneses cuando se iban a dicha región a cazar y ausentarse a sabiendas de los problemas que les aquejaban.

Al tiempo me enteré de que, aunque no muy altos, en Úbeda sí hay Cerros. Están entre el río Guadalquivir y Gualdalómar. Hacen referencia, siguiendo nuevamente a Doval, a un antiguo alcalde (no especifica ni la fecha ni su nombre) que tenía una amante por tales Cerros. En un pleno municipal en que divagaba especialmente y se alejaba del asunto, un concejal con sorna le atajó diciendo que no se fuera por los Cerros de Úbeda.

Hay otras teorías, pero creo que me voy a quedar con esta picarona historieta para explicar cuando se dice alguna incongruencia o se divaga por el extrarradio del discurso principal, o sea, irse por las ramas o salirse por la tangente que en realidad significa ‘valerse de un subterfugio o evasiva para salir hábilmente de un apuro’ (DRAE).

En este punto, no seguiré divagando pues y hablaré de la luna, que es lo que pretendía. Estar en la luna es ‘estar fuera de la realidad, no darse cuenta de lo que está ocurriendo’.

Acabo de leer los Relatos verídicos de Luciano de Samosata (¿Otra vez, Jorge? Sí, otra vez) en los que se narra un fantástico viaje a la luna. Este autor griego (siglo II d. C.), según reconoce, estuvo influido por Antonio Diógenes (casi contemporáneo suyo).

Desde esta aventura, no tengo otra referencia de huída a la luna hasta el siglo XVII, donde el espadachín y poeta (o viceversa) Cyrano de Bergerac escribió Historia cómica de los Estados e imperios de la luna (1662). Conocemos a Cyrano por el drama del mismo título de Edmond Rostand y por películas de ficción.

La siguiente noticia, la más conocida de ascensión selenita, es de Julio Verne cuando escribe De la Tierra a la Luna, en 1865, llevada al cine en 1902 por Georges Méliès (la célebre luna con el cohete en el ojo) y en 1958 por Byron Haskin.

El primer alunizaje real de la historia lo pude ver el 20 de julio de 1969 en una pantalla de televisión en blanco y negro de la mano de mi abuelo subiendo de la playa hasta Granada por la Carretera de la Cabra. A mis siete años la nebulosa del recuerdo se vuelve irreal y romántica. No sólo veía en blanco y negro el monitor elevado, sino que recuerdo en tonos de gris toda la escena, el bosque que rodeaba el local con sus encinas y sus pinos, la estancia con su mostrador de madera y sus muebles añosos, los parroquianos con sus ropas de verano asistiendo absortos y escépticos a un logro sin precedentes cuando un Neil Armstrong ingrávido plantaba una bandera made in USA en la cara visible del astro. Quizá los únicos que alucinábamos en colores éramos mi abuelo y yo.

El padre de mi madre, entonces, apretándome la mano suavemente, con su cigarro consumido entre los labios, sin dejar de mirar el baile de los astronautas bicolores, me dijo: ‘eso es mentira’.

3 comentarios

volandovengo -

Gracias Inma. Tú sabes que para esto soy visceral. Voy escribiendo a vuelapluma lo que me va surgiendo, aunque le prestaré más atención a mis recuerdos.
Rossy, mi abuelo, como todos los abuelos, era un sabio.

Rossy -

Bello tu abuelo tuvo su razón eso fue una mentira.

Inma Vives -

Hay que ver tus anécdotas familiares lo graciosas y bonitas que son. Deleitános con ellas que la verdad es que me encantan.