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Cincuenta años de aval

Cincuenta años de aval

Flamenco Viene del Sur. Tradición

A Paco Cepero lo avalan cincuenta años en los escenarios, acompañando a multitud de artistas, entre los que destaca quizá ‘el Lebrijano’, y componiendo para otros tantos (Camarón, Terremoto, Juan Villar, Chocolate, Rocío Jurado). Y es esta etapa de compositor en la que tiene un peso innegable, sin ocultar su participación interpretativa tan clásica como sentimental, y su “pulgar de oro”.

Tradición parece que fluye sin ningún plan. Parece que Cerero abre la caja del recuerdo por la que fluyen cientos de melodías de toda una vida. De hecho, el programa de mano, a partir del tercer tema, pasó a ser meramente referencial, pues el orden se invirtió a voluntad, además de ser ampliado a una media hora más de lo anunciado.

El recital comienza con Noche Andalusí, un tema antiguo con ramalazos de fandango, para proseguir con las bulerías Plazuela, que destilan aire jerezano.

En sus particulares tanguillos, Domingo de Carnaval, el sonido le jugó una mala pasada y tuvo que hacer un alto en su mitad. Le siguió la balada Capricho, un tema dedicado a su mujer en sus bodas de oro, y después unos tangos, antes de quedarse sólo para brindarnos unas seguiriyas de gran inspiración jerezana, que se aguajiran a los postres.

Miguel Salado y Paco León, como segundas guitarras, Sophia Quarenghi, al violín, y Pedro Navarro Grimaldi, a la percusión (‘rey del ritmo’, según confesó Cepero), vuelven a escena para acompañar al maestro en una soleá bastante festera y dedicarle a Paco de Lucía la unión de sus dos rumbas Estrella de mar y Varadero.

Los músicos hicieron de nuevo mutis, cuando Paco nos presentó a un cantaor al que él apadrina, que sólo tiene dieciocho años. El joven Samuel Serrano nos recordó en ocasiones a José Mercé y en otras a Juan Talega con un estilo eminentemente jerezano y una voz grave y racial, aunque sus formas están aún por hacer.

Cerero lo acompañó en una alegría y en unos fandangos, donde el mismo guitarrista le hacía los coros. Finalizó con una seguiriya, compuesta exclusivamente para él. Quizá su mejor entrega.

El tocaor jerezano se sentía a gusto, así lo reconoció, y aún quiso interpretar unas bulerías y su ‘buque insignia’ Aguamarina, rumbas con sabor a mar.

Así, pudimos comprobar la vigencia de su legado y una energía llena de frescura para el futuro que nos espera.

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