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El matrimonio (1)

El matrimonio (1)

Yo he estado casado. No es un secreto. Ni me arrepiento de ello. Es parte de mi vida. Su conclusión, entre otras, fue un hijo que incide en mis razones para continuar.

En su momento planteé teóricamente que, si el matrimonio es un convencionalismo, lo mismo era firmar un papel que otro. En la práctica difiere, no obstante. Groucho Marx comenta: “el matrimonio es una gran institución. Por supuesto, si te gusta vivir en una institución”.

Jean Markale, en La femme celte, describe que “el matrimonio celta, aun bajo la influencia cristiana de Irlanda, no era más que un contrato provisorio entre dos personas, susceptible de ser rescindido en cualquier momento, por diversos motivos, por cualquiera de las partes”. Una diputada alemana propuso hace relativamente poco tiempo que el matrimonio durase siete años y que después se rescindiría o se renovaba. En La Corte de los Milagros, en Notrre-Dame de París, Victor Hugo dice que el connubio duraba cuatro años.

En el prólogo a Un mundo feliz, Huxley preconiza: “dentro de pocos años, sin duda alguna, las licencias de matrimonio se expenderán como las licencias para perros, con validez sólo para un periodo de doce meses, y sin ninguna ley que impida cambiar de perro o tener más de un animal a la vez”.

“El matrimonio es para los pobres”, escribe Torrente Ballester en su maravilloso Don Juan. En el siglo XVI, en Polonia, se estableció la costumbre de que una mujer podía solicitar matrimonio con un condenado para salvarle la vida. Algunos no aceptaban.

Recuerdo un chiste de un hombre desesperado buscando a su mujer. Un guardia le pide que le enseñe una foto para ayudar a encontrarla. Cuando ve el retrato, le pregunta si en realidad quiere encontrarla.

Shelley Winters confiesa en un escrito que no recuerdo: “hacía tanto frío que casi me caso”.En 1845, la revista Punch Almanac daba un aviso a los que estaban para casarse: “No lo hagáis”.

Henry Miller describe al solterón como el “sujeto que está convencido de que los únicos que hicieron bien en casarse fueron sus padres”. Piensa, al igual que Henry James (“la pareja es una crueldad”), que “cuando dos hombres hacen un pacto eterno, se están marginando del resto de la humanidad, lo cual es un pecado... Esposo y esposa hacen lo mismo cuando se juran amor hasta la muerte, pero yo opino que es al contrario: Cuando dos personas se prometen fidelidad hasta la muerte, a quien están marginando es al resto de la humanidad”.

Sócrates también decía: “Cásate: si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para el hombre”.

Nietzsche, en cierta manera lo contradice, cuando en Más allá del bien y del mal escribe: “Entre los grandes filósofos, ¿quién se casó? Heráclito, Platón, Descartes, Espinosa, Leibniz, Kant, Schopenhauer no lo hicieron; es más, no podríamos ‘imaginarlos’ casados. Un filósofo casado es un personaje de comedia, tal es mi tesis; y Sócrates, la única excepción, el malicioso Sócrates, parece haberse casado por ironía, precisamente para demostrar la verdad de ‘esta’ tesis”.

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