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El matrimonio (2)

El matrimonio (2)

El matrimonio, en el mejor de los casos, es la material manifestación de un deseo de eternidad. Por tradición, comúnmente aceptada (o irremediablemente aceptada), somos bígamos. Buscamos nuestra pareja ‘para compartir una vida’. Es lo ideal: envejecer junto a alguien, enamorarse de ese alguien durante toda la vida.

Isak Dinesen escribe en Las carreteras de Pisa, texto incluido en Siete cuentos góticos, que “la idea del matrimonio ha sido siempre para mí la presencia en mi vida de una persona con la que yo pueda hablar mañana de las cosas que acontecieron ayer”. Y Nietzsche, en Humano, demasiado humano, advierte: “En el momento de internarnos en el matrimonio nos debemos hacer esta pregunta: ¿crees poder conversar con tu mujer hasta que seas viejo? Todo lo demás del matrimonio es transitorio, pues la mayor parte de la vida en común está dedicada a la conversación”.

Aunque lo normal no es que se busquen los ‘amores’, sino que se encuentren. No es que elijamos, sino que somos elegidos. Así, en la pareja, hay quien busca y quien encuentra, hay quien ama y quien es amado. El que menos quiere es el que manda. Prefiero equivocarme y que esto sea la excepción y no la regla.

Una cohabitación tiene mucho de conveniencia, de abnegación, de conformismo, de rutinario… Oscar Wilde decía en una ocasión que “los hombres se casan porque están cansados; las mujeres, por curiosidad; ambos se llevan una desilusión” y, en otro momento: “cuando una mujer se vuelve a casar es porque aborrecía a su primer marido. Cuando un hombre se vuelve a casar es porque adoraba a su primera mujer. Las mujeres prueban su suerte; los hombres arriesgan la suya”.

“Los únicos matrimonios felices que conozco son los de conveniencia”, comenta Leon Tolstoi en un diálogo de su Ana Karenina. A lo que responde el conde Vronsky: “Sí; pero la felicidad de los matrimonios de conveniencia queda muchas veces desvanecida como el polvo, precisamente porque aparece esta pasión en la cual no creían”. Y seguidamente explica: “Llamamos matrimonios de conveniencia a aquellos que se celebran cuando el marido y la mujer están ya cansados de la vida. Es como la escarlatina, que todos deben pasar por ella”.

Tolstoi nos quiere decir que el verdadero matrimonio es el que no necesita de contrato sacramental y mucho menos civil. El amor une por puro sentimiento, por el viento del ala que corre entre dos pares de ojos que se miran.

Después está la realidad, el día a día, el ‘desamor’ (antagonismo impensable que, cuando se da, infiere en que el amor no era tal). “De todas las borrascas que caen sobre el amor, razona Flaubert en Madame Bovary, una demanda pecuniaria es la más fría y la más devastadora”.

O la aparición estelar de un tercero. A Gila le preguntaban cómo estaba su mujer y él respondía “¿comparándola con quien?”. Groucho Marx ironizaba: “Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer. Detrás de ella, está su esposa”.

“Cuando el amor ha sido una comedia, forzosamente el matrimonio tiene que derivar en drama” escribe Alfonso de Lamartine. Siempre ha existido la separación, la anulación, el repudio, el abandono y, formalizándolo todo, el divorcio. Groucho Marx sigue con sus perogrulladas: “El matrimonio es la principal causa de divorcio”. Y el humorista Godoy añade: “Muchos matrimonios terminan bien, pero otros duran toda la vida”.

4 comentarios

volandovengo -

Ojalá publique, Mujerabasedebien. El amor es frágil y puñetero y el desamor un infierno. Pero, prefiero hablar por boca de los demás.

Mujerabasedebien -

Algún día leeremos recogidos en un pedazo de libro, con tapa dura, todos tus textos y reflexiones. Disfrutaremos mucho con él.
He de decir que comparto la opinión de Tolstoi: los únicos matrimonios felices son los de conveniencia.Qué error cimentar el matrimonio en la fragilidad del amor.
El amor se rige por otros códigos. Eso sí, celebrar el amor con los amigos en una gran fiesta debería ser sagrado.

volandovengo -

Si, B, la otra cara se encuentra en el mundo de las ideas de Platón.

B -

Qué bueno Jorge y qué triste en general.