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El Festival de las Cuevas se afianza

El Festival de las Cuevas se afianza

Por cuarto año consecutivo, en el Museo Cuevas del Sacromonte (singular espacio que corona Valparaíso), se ha celebrado el Festival de las Cuevas, organizado por el mismo Museo, la empresa de imagen y sonido La Flamenquita y, encargados sobre todo de la parte artística, la escuela de flamenco Carmen de las Cuevas.

Es un festival eminentemente granadino e independiente (ninguna institución lo respalda). Es una cita imprescindible en las noches de verano cuando la Alhambra se hermosea bajo las más grandes lunas del año.

Dichos encuentros no sólo se han convertido en un reclamo para turistas y locales, sino también en el lugar endógeno de ensayo, donde los protagonistas se visten de largo y, quizás, por primera vez presentan espectáculo propio, al cual le dedican ilusión, esfuerzo y muchas horas de ensayo.

Por otra parte, el escenario ha mejorado notablemente en cuanto a luz y sonido. El espacio al aire libre, en plena naturaleza, a bastantes metros por encima de la ciudad y con vistas exclusivas a la Alhambra y al barrio del Sacromonte es impagable.

Cuatro espectáculos, entre julio y agosto, han tenido lugar en este ciclo, que terminó la semana pasada. Su esencia es eminentemente de baile, que es la manifestación flamenca más completa, pues aglutina en sí misma las demás disciplinas, aunque también tienen cabida el cante y la guitarra solista. Este año, como los pasados, ha tenido gran éxito de público y una calidad sorprendente.

La propuesta comenzó el 23 de julio, miércoles, con el bailaor Raimundo Benítez, que presentó su obra Resurgir, como resultado de su pronta recuperación de una caída en la que se fracturó tibia y peroné, y el cirujano le alarmó diciendo que era difícil que volviese a bailar. Lejos de abandonarse al funesto resultado, Benítez asió con fuerza su mundo y en cuatro meses comenzó a bailar con un nuevo planteamiento. Ahora se enfrenta a las tablas con más calma y conciencia, escuchando el cante y el gemido de la guitarra, sintiendo a cada paso el latido del arte.

En Resurgir encontramos ese Raimundo renacido, donde su baile, a menudo circense, se ha refinado, sin abandonar su brío, su verticalidad y esa necesidad de hablar con los pies lo que la cabeza manda.

El bailaor granadino estuvo acompañado a la guitarra por Jorge el Pisao y Marcos Palometas, al cante por Sergio el Colorao y a la percusión y a las palmas Antonio Gómez y Coral Fernández respectivamente.
El viernes de esa misma semana, la bailaora Vero ‘la India’ estrenó Sonakai, que quiere decir ‘oro’ en caló, donde hizo su debut igualmente como protagonista de su obra.

Vero es una gitana del Sacromonte que reivindica su origen y el baile telúrico de sus mayores. Es una bailaora pura, sin pulir, se deja llevar por los sones de sus ancestros. Es salvaje en su entrega. Su naturalidad brilla como con pies descalzos.

Gitanos también la arropan. Su padre, José Fernández, y el tremendo Juan Ángel Tirado al cante. La guitarra de Manuel Fernández de Santa Fe y la percusión de ‘El Moreno’.
Firmará taranto, soleá y seguiriya con su sello prácticamente único, aunque ya se detiene y deja que su cuerpo, sus ojos y sus manos adornen los silencios. También se advierten en su propuesta adaptaciones de otras formas flamencas que emborronan el resultado.

Con el caló seguimos, pues  Yemandró a Graná, que viene a decir Extremadura y Granada (la procedencia de sus protagonistas), es la obra que presentaron Esther Marín y Luis de Luis el viernes, primero de agosto.

La obra propone un encuentro entre estas dos orillas del flamenco, sus diferentes ritmos y estilos y sus semejanzas en el sentir de los bailaores.

Una presentación en común más recatada, da paso al generoso baile individual de cada uno. Así, entre levante, fandangos albaicineros, granaínas y jaleos, se van alternando llegando a hipnotizar al público expectante.

Esther representa el sosiego, pero también la sangre y la gloria del camino andado hasta llegar a nuestra tierra. Luis es único en su especie. Único e irrepetible. El compás le corre por las venas. Sus pasos y desplantes no se encuentran en ninguna enciclopedia.

A la sonanta marca el ritmo Rubén Campos. Al cante vuelve Juan Ángel Tirado acompañado por José de Pinos.
Acaba el ciclo el viernes, 8 de agosto, con la guitarra exclusiva de Rafael Habichuela, que se presenta con una obra intimista, llena de matices y detalles, titulada Del corazón a mis asuntos, un verso de la Elegía de Miguel Hernández, que grabó Enrique Morente, con Pepe Habichuela, en su álbum Despegando, de 1977.

Con su toque especial, calmado, rico en falsetas y jazzítico en su medida, Rafael va desgranando soleares, granaína, vals flamenco, farruca, fandangos de Huelva, taranto o bulerías, con la colaboración especial en el baile de la gaditana Pilar Ogalla. Como segunda guitarra, le acompaña José Fernández, al cante Sergio ‘el Colorao’ y, a la percusión, José Antonio Carmona y José Cortés el Indio.

Destaca en este guitarrista su profundidad y sus silencios en solitario y el respeto cuando acompaña.

* Luis de Luis en la foto (Joss Rodríguez©).

3 comentarios

Rossy -

No seas de tiempos remotos yo solo dije de bailar, soy muy de respetos. Lo felicito y deseo que se amen los esposos que eso es poco de suceder en estos tiempos de tristeza. Hay que bailar y amarse mucho y si su esposa le aconseja bien en el vestir mejor que a nadie le embellecen los tapizados.

volandovengo -

jajaja... Rossy, no paras. Luis está felizmente casado.

Rossy -

Ese chamo esta delicioso aunque se lleve las cortinas de su abuelita puestas. Le bailaria yo moviendo todas las bamberas.