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La sombra alargada

La sombra alargada

Alegoría flamenca, De la raíz al aire

Desde una involuntaria perspectiva acuñada por el vértigo de los días, le dedico unas palabras al concierto debut que nos brindó Álvaro Pérez ‘el Martinete’ hace más de una semana, en concreto el 16 del presente en el teatro Isabel la Católica. A pesar de la distancia e interferencia, una sonanta bien templada se impone en el recuerdo. La limpieza aguda y añeja, la exactitud en el dígito y una madurez sorprendente en un músico tan joven son monedas habituales en su entrega.

Dejadme, sin embargo, que lo prefiera en solitario (granaína, rondeña o vals) o con el ligero aire de un compás o breve instrumento que con la orquestación que se rodeó que a veces abigarraba el discurso por el excesivo e innecesario hórror vacui.

Una segunda guitarra, Rafael Soler, le confiere una réplica precisa que le ayuda a mantener el equilibrio; y un calor que se cuaja en el zapateado de Esteban de Sanlúcar arropado por su maestro Miguel Ochando.

Los violines, David Gómez y Ángel Bocanegra, añaden el punto vanguardista que se debe tener, así como el impecable bajo de Julián Heredia, lleno de compás y flamencura.

Las voces son necesarias, aunque ni Alicia Morales (que sobresale en la vidalita) ni Jaime ‘el Parrón’, como artista invitado en lo más jondo, estuvieron totalmente acertados.

La percusión (Antonio Gómez) se impuso a veces sin razón. Pilar Fajardo, al baile, ya en sombra ya visible, rubricaba bellos momentos.

Completa la noche, intercalándose con lo ya mencionado, unos tangos del Sacromonte y una zambra, reivindicando su origen granadino; unas malagueñas y verdiales, que se asoman a la ciudad vecina; y unas bulerías que ponen el punto y final a una noche, que nos asegura la largura de su guitarra, que, como la sombra de Miguel Delibes, también es de ciprés.

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