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El baile desnudo de Andrés Marín

El baile desnudo de Andrés Marín

Bajo el calificativo tan poco acertado de “Vanguardia jonda”, este bailaor granadino, de padres también flamencos, abre la VIII Muestra de Baile Flamenco en el Corral del Carbón. Su baile es el justo y necesario, es escueto y tenso. Abandona toda floritura, ejercicio circense y efectismo teatral, para mostrarse sincero y desnudo ante el público.

Desde su primera entrega, una soleá por bulerías, con sonido en off de voces polifónicas femeninas, deja trascender su verdad minimalista. Su concisión extrema y sus movimientos quebrados le hacen parecer frío. Frialdad que palia con un exacto taconeo y unos silencios sugerentes. Su cuerpo enjuto y su ropa negra acentúan esta parquedad. La iluminación, en un continuo claroscuro, no engrandece lo que no existe.

Así vemos una nueva propuesta, una gran propuesta, un baile personalísimo que casa a la perfección con los sentimientos, que comulga sin discusión con el cuadro que le arropa detrás. Unos músicos de excepción que, entre las actuaciones del bailaor, hacen unos temas de profundo sabor flamenco y de una entrega desmesurada. Se demuestra en las alegrías y en las malagueñas, con un José Valencia que se sale, y dos tocaores de lujo, que se complementan y logran momentos imposibles cuando sus falsetas se solapan y los arpegios se funden a favor de un todo.

Los tarantos no dejan duda. Andrés es un pincel que va garabateando la escena, dejando manchas de tinta en los lugares que más le duelen. Son pesares que tiemblan en la garganta del cantaor y el taconeo los siente como suyos. De hecho, las letras están muy cuidadas, seleccionadas especialmente por Marín.

Novedoso también, y natural, muy natural, es que el bailaor en ningún momento abandona el tablao, sólo se difumina. Sus propuestas acaban como empiezan: fundidas en negro, sentado en la silla, haciendo compás cuando se precisa y disfrutando de la música como un nuevo usuario. Nada de estridencias, nada de cantos de cisne, nada de cambios de traje que enturbien ese vuelo desnudo.

Para terminar, el baile definitivo en forma de seguiriyas. Un baile que aúna las propuestas de Andrés Marín. Todo un manifiesto, una declaración de principios que nos recuerdan que el baile importante es el que dice algo y el bailaor interesante es el que sabe cómo decirlo.

* Foto: Nono Guirado 

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