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Miguel Ángel y Patricia. Por Granada y la humanidad

Miguel Ángel y Patricia. Por Granada y la humanidad

Los veranos del Corral. XI Muestra Andaluza de Flamenco

Estos días se está tratando de relanzar la propuesta para que el flamenco sea declarado por la UNESCO Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, que en su día no tuvo éxito por varias razones, entre ellas porque partía de las instituciones y los poderes. Ahora se pretende que sea una cuestión endógena, o sea, que parta de los mismos flamencos, su visión y su día a día con el arte. Nosotros, desde Granada, tenemos mucho que decir. El flamenco que aportamos es de primerísima calidad. El miércoles así se demostró en el Corral del Carbón, con un programa eminentemente granadino y universal. Miguel Ángel Cortés, afincado en Sevilla, viene para brindarnos, como el maestro Paco, cositas buenas. Una seguiriya, principiada con acordes de zorongo, ya nos cuenta el poder de la guitarra de este Cortés, familia emblemática, aunque breve, de la sonanta granadina. Continúa en solitario con una soleá y, a partir de las alegrías, requiere el compás respetuoso del percusionista Agustín Diasera. Su toque es preciso, rico en tecnicismos y en sensibilidad. Sus finales son genéricos y efectistas. ¿Puede que parezcan clónicas las conclusiones de sus temas? Si las alegrías han sido bellas, los aires caribeños de la guajira son redondos y delicados. Los tangos no son convencionales. Se agradece ese nuevo planteamiento, que deja abierta la ventana a la experimentación. Para terminar, un poco de percusión, nos mete de lleno en unas bulerías que son un alarde de virtuosismo, de gracia y velocidad.

Patricia Guerrero se ha convertido en una de nuestras grandes esperanzas en el baile. No sólo es agraciada y domina los secretos del flamenco, sino que no deja de aprender. Cada una de sus propuestas es definitiva. Sale para comerse el escenario y se crece ante las dificultades. Aun llevando un cuadro de excepción, Juan Ángel Tirado y Miguel Lavi al cante, Luis Mariano y David Carmona a la guitarra y Miguel ‘El Cheyenne’ a la percusión, no se entendieron totalmente y se lo pusieron difícil a la bailaora, sobre todo en la soleá final. Fue un juego de gato y ratón. Sin embargo, donde hay arte, los escollos son alicientes. La entrega de Patricia fue entusiasta. Si nos gustan bastantes bailaoras, si le echamos flores a más de una, con Patricia además disfrutamos, vivimos el baile. Y es que trasmite. Rellena el escenario y pinta a sus mayores como pocas. Comienza por alegrías, paseando su palmito por el escenario, envuelto en cola de oro. Los martinetes de Tirado y Lavi son palabras mayores. ¿Quizá por no depender de nadie más? Las bulerías son una pincelada de buen gusto, sin trampa ni cartón, con traje de chaqueta corta (que “me lo ha hecho mi abuela”). Un solo de percusión termina esta bulería o comienza la inmensa soleá, con la que se cierra la noche. El pelo de Patricia es indomable. Las horquillas saltan como proyectiles. El público tiene las manos flojas y aplaude en cada desplante. Será por los concursos televisivos. La pieza es muy marcada y lucida, que cobra vértigo cuando alcanza niveles de fiesta. Patricia Guerrero vuelve a demostrar, solamente con esta soleá, que se encuentra entre las mejores, que, con 19 años, a ver con quién comparte el futuro.

* Patricia Guerrero. Guitarras: Luis Mariano y David Carmona, escondido tras el escorzo de la bailaora (© Nono Guirado).

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