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Las claves de Belén Maya

Las claves de Belén Maya

Flamenco Viene del Sur. Recital flamenco

El objetivo indiscutible de todo artista es tener un lenguaje único, que su obra se distinga a la legua por lo evidente, es decir, por ser clara y distinta. En el flamenco, en gran medida, este fin está logrado. Cantaores, guitarristas y bailaores de todas las latitudes tienen un sello propio, aunque la mayoría entran en una noria común y traslucen de dónde beben y a quien dan de beber.

Metáforas aparte, Belén Maya, a lo largo de los años ha ido depurando unas claves en su baile que son únicas, como decimos, e intransferibles. Por decirlo de otra manera, el baile de Belén nace y muere en ella misma. Conjuga al mismo tiempo una forma muy humana de concebir el flamenco y una manera espiritual de imbricarlo en el cosmos.

Su baile entronca lo terrenal con lo místico, la belleza plástica con el drama interior, la teatralidad con la confesión solapada.

En los simples tangos, con que comienza su actuación, precedidos de unas innecesarias cantiñas que bailan sus palmeras, todas las cartas se voltean y las claves de Belén Maya se solapan. En ella vemos marcar y taconear como una flamenca legítima, ronear como una gitana del Monte, conceder espacio a la danza oriental y al guiño contemporáneo.

Gusta también esta bailaora de bailarle al silencio. Así se entrecorchea en los mismos tangos, antes de volcarse por levante, y comienza un soliloquio con su cuerpo y su mundo, sin músico que la arrope. Y entendemos, quienes seguimos sus huellas, poses y movimientos conocidos. Me aventuro en nombrar el molinillo con los brazos, herencia de su padre, las manecillas del reloj, la cuerda que tira o el muñeco de hilos. (Son denominaciones que convencionalmente le he dado, repito, en ningún momento reciben ese nombre ni Belén las ha firmado como tales.)

José Anillo le acompaña al cante. Voz flamenca de facultades reconocidas que sin embargo, dentro de mi aplauso, alguna vez quiso estar por encima de sus posibilidades. A la guitarra, un tremendo Rafael Rodríguez, desde hace años compone un tándem impresionante con la bailaora. En su sólo de guitarra sin definir, aunque cercano a la zambra por momentos, pareciera que tocaran dos al mismo tiempo. Su rasgueo es rotundo y su pulgar prodigioso.

José Anillo, aguardando la nueva aparición de la protagonista, propone unas malagueñas de Chacón, que se abandonan y se rematan con fandangos del Albaicín.

En las bulerías se aprecia la libertad creadora y el recuerdo de sus mayores. Interactúa con el cantaor y refuerza su lenguaje.

La soleá, apoá a los postres, fue una fiesta que aborda con falda de cola blanquinegra con volantes rojos en su interior, que maneja como pocas. Lleva mantón negro con largo fleco, sobre la blusa roja, que se enreda en su cara y sus zarcillos. Siente el cante y baila para adentro, trasmitiendo al tiempo la fuerza que mana de su interior.

Ante los prolongados aplausos de un teatro lleno, el generoso fin de fiestas por bulerías es obligado.

* Foto de Joss Rodríguez©.

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