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El Marqués de Villena

El Marqués de Villena

Los favores del demonio no se pagan solamente con el alma, con la sombra también es posible, ese otro yo que se evidencia con la luz.

En Salamanca existe una cueva donde dicen que Hércules impartió lecciones a sus discípulos. Esta labor docente, pasado el tiempo, la asumió Asmodeo (identificado con Samael, la serpiente que sedujo a Eva) o algún otro demonio, que, bajo la apariencia de sacristán, en oscuridad de la noche, daba clase de ciencias ocultas, adivinación, astrología y magia a siete alumnos universitarios, durante siete años. Terminada la carrera, se echaba a sorteo y uno de ellos quedaba en manos del Demonio.

Enrique de Aragón, tercer marqués de Villena (1384-1434), según se cuenta, deseoso de introducirse en las artes ocultas, fue uno de los estudiantes aventajados del Maligno. Después de quedarse en la cueva en pago por los servicios prestados, pues a él le tocó en suerte, consiguió escapar con vida aunque dejó en manos de Satanás su sombra, quedando así marcado de por vida como uno de sus adeptos.

Parece que, para librarse de esta servidumbre, el discípulo se metió en una gran tinaja de vino escapando cuando Asmodeo, creyéndolo huido, dejó abierta la puerta de la Cueva para ir a buscarlo. (Otras leyendas dicen que el Marqués de Villena llegó a un pacto por el que el recuperaba la libertad a cambio de ceder su sombra, o incluso su alma, al diablo.)

Cuenta Manuel Mujica Láinez en El laberinto que el Marqués de Villena “tenía sellada amistad con el Demonio. Se encerró en el palacio de Leví, con su marquesa, con su biblioteca, con sus manuscritos nefandos, arábigos y hebreos, y con cuanto brujo, nigromante, alquimista y astrólogo halló en la ciudad mágica [Toledo]. En aquel aislamiento peligroso, pues las paredes hedían a azufre, se consagró a la hechicería. Anhelaba fabricar un elixir que lo redujera a un tamaño mínimo, para que lo introdujesen en una botella, de la cual saldría vivo y completo al cabo de centurias”.

En otra parte leo que el origen de esta leyenda se encuentra en las clases de astrología, geomancia, hidromancia, piromancia, quiromancia y otras técnicas adivinatorias que, en esa época impartía el párroco en la sacristía de la iglesia. Se llamaba Clemente Potosí, y llegó a ser identificado con el diablo. Los alumnos que acudían a las clases no revelaban que era lo que aprendían y este hermetismo fomentó la leyenda.

Según la leyenda el número de alumnos era siempre siete (número con implicaciones místicas). Uno de los alumnos, por sorteo, debía pagar por todos las clases recibidas, aunque si no podía pagar debía permanecer encerrado en la cueva.

La reina Isabel, aterrada del culto que se le profesaba al diablo, ordenó tapiar el acceso a la Cueva, pero el Marqués continuó celebrando estos ritos de iniciación en una torre cercana conocida popularmente como Torre de Villena, a la que se accedía por las ruinas de una carbonería.

* Entrada a la Cueva de Salamanca.

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