Harry Conejo Angstrom
José Abad, crítico literario y cinéfilo donde los haya, y un servidor quedamos en el café Fútbol un domingo para tomar café. Él, aprovechaba uno de sus últimos viajes desde Italia para instalarse aquí definitivamente con su familia. Yo acudía a su llamada.
Con el antebrazo cargado de periódicos, nos sentamos en una mesita del interior y, entre sorbos de café, fuimos poniendo al día nuestras cuitas y devenires. Cosas en común: aparte de que estábamos los dos casados y que éramos padres recientes, nuestra aficción literaria.
Así, un libro nos llevó a otro. Hablamos de géneros, de estilos, de países, de títulos, de autores. Recuerdo que nos estancamos en el realismo contemporáneo norteamericano y, después de reconocer las divinidades de Faulkner, comenzamos a extendernos cada cual en uno de sus novelistas preferidos.
Llevábamos un rato hablando. Yo de John Updike, como suena; él de un tal "Apdaik", que se parecían bastante. Hasta que, al término de la tostada, nos dimos cuenta de que estábamos hablando del mismo. Lo único que José lo pronunciaba en exacto inglés y yo, para mi vergüenza, literalmente como sonaba: "yon-up-di-que".
Hace hoy una semana que Jonh Updike ha muerto de un cáncer de pulmón. Tenía nada más que 76 años (joven, para lo que se estila), en los que le dio tiempo a escribir 27 novelas y 45 colecciones de relatos, ensayos, poesías y críticas literarias.
Era irónico y realista, simpaticón. Gozaba de esa habilidad de hacer que sus novelas se leyeran en una sentada y que después perduraran en la memoria durante mucho tiempo, quizás toda la vida.
Fue el espejo de la sociedad media americana. Reflejó como pocos (en eso me recuerda a Carver, Raymond) el sueño del sueño americano. Es decir, las miserias, la doble moral y la mediocridad yankee. Dibujó un hombre en calzoncillos, recién levantado, saliendo de la fábrica, jugando a baloncesto en la calle, emborrachándose en un bar... Elevó el adulterio y los problemas de pareja al grado de alta literatura. Fue tachado de misógino y racista, y algo de verdad tiene esta acusación, lo que es habitual, por otro lado, entre la burguesía blanca estadounidense.
Su saga sobre Conejo (Harry Conejo Angstrom), consistente en cuatro novelas: Corre, Conejo (1960), El regreso de Conejo (1971), Conejo es rico (1981) y Conejo en paz (1991), más un libro de relatos, Conejo en el recuerdo y otras historias (2000), son las que me engancharon y me decidieron a colocarlo en el panteón particular de mis autores de culto.
Tras la trágica noticia, pasé a rebuscar en mi librería, y media docena de sus libros gravitan en mi mesa para volver a ser deglutidos.
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