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volandovengo

Un bailaor fuera de lo corriente

Un bailaor fuera de lo corriente

Es siempre un placer escudriñar los pasos del que anda por buen camino. Es siempre agradable el reencuentro con la discreta excelencia.

El viernes, enterado de que Luis de Luis bailaba en Jardines de Soraya, en el Albaicín granadino, y después de un tiempo sin verlo, no dudé en reservar una mesa para disfrutar nuevamente de sus propuestas, mucho más si un cuadro de carácter lo arropaba.

Se distinguía en primer lugar a su compañera Esther Marín que, aunque eché en falta un paso a dos, posiblemente por problemas de espacio, tuvo en solitario momentos memorables.

El aspecto musical lo cubría César Cubero a la guitarra y José Cortés ‘el Indio’ (también bailaor) a la percusión. Hay una pléyade en Granada de guitarristas de oficio que, aun tocando a diario y con decidida eficacia, no destacan como debieran. La tierra de la sonanta es tan rica y extensa que un guitarrista de ‘base’, en realidad es un gran artista.

César rellena el espacio con su toque brioso y seguro, en el que el resto de los componentes almohadan su participación. Como puede serlo David Sorroche, un cantaor de ‘élite’, estudioso y preciso; con esa modulación que quien busca en el flamenco algo más lo encuentra.

Por tarantos empezó la noche. Cantes de levante que terminaron por tangos, asomándose a Morente y al Camino. Que bailó un Luis de Luis personalísimo, estratosférico, creativo como él solo y con un punto de programada improvisación digna de figurar en los anales. (Antes de comenzar el espectáculo, me confesó que estaba afectado de la pierna. No se notó de ningún modo, aún cuando mis miradas se dirigían al apéndice dolorido.)

En los abandolaos, el cantaor se acercó definitivamente a Granada. Recordó a Ganivet y al jabegote de ‘vender los ojillos’ que cantara Paco el del Gas.

La tercera propuesta vino por Cádiz y su presencia más popular. Abordó estas alegrías Esther Marín, con una desenvoltura que no conocía, aunque puede que su atención desmedida le restara frescura. Confianza que fue ganando y, en la preñez por bulerías de este cante, demostró la grandeza de su espontaneidad.

Una pincelada por bamberas principió la soleá que remataba la noche. Una soleá que pronto pasó a bulería, donde Luis ofrece con creces la maravilla de su estilo, el control del espacio, el dominio de su cuerpo, el compás a su servicio, la creación continua, el desapego del convencionalismo, la virilidad extrema, la gracia contenida.

Todo esto cobra un valor añadido con la atención y la sabrosura que se respira en Jardines de Soraya. De hecho, cualquiera que me pregunta para ver flamenco de calidad y trato exclusivo (con muestras a diario) le recomiendo este rincón albaicinero.

* Luis de Luis (foto de su facebook).

2 comentarios

volandovengo -

Gracias, Clara, por tus palabras, que tan bien complementan mi crónica (unos días más y me quitas el puesto).

Clara Liszt -

Nada como tu crítica clara, a sabiendas y con tonalidades poéticas para visionar el cuadro, el brillo y la magia de los bailaores, su grandeza y la música y voz en sintonía. He visto el espectáculo, lo he recreado desde los ojos de una inexperta, he movido los pies al compás del espléndido taconeo del arrebatado bailaor, he querido sentir las manos a veces lentas y cortantes de Esther y volcarme en sus palomas al vuelo, subirlas hasta alcanzar su meta. Me ha embriagado la mirada al horizonte del cantaor como queriendo ver más allá de un simple escenario cerrado, modulando la voz y extendiéndola nítida hacia los otros.

Y la música a su justo tiempo enmarcando los pies, las manos, los cuerpos, haciendo a la voz un marco donde asentarse de forma natural, cómoda y brillante, sin esfuerzo. Es bueno tener la opción de ir conociendo y poner nombre a lo que percibes. Buen artículo.