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volandovengo

El mejor cartel en Ogíjares

XXX Festival Flamenco de Ogíjares

Debido al caché –a veces desmedido-, algunos artistas se pueden permitir el lujo de contar con un técnico de sonido en su equipo. Debido a la precariedad de los escenarios –a veces demasiados-, algunos artistas se ven obligados a contar con un técnico de sonido en su equipo. Prueba de ello lo tuvimos en el Festival de Ogíjares, que este sábado se vistió de fiesta para celebrar su trigésimo aniversario, con un cartel de primera (aunque todos sabemos que el flamenco multitudinario hace agua siempre por las mismas grietas). Los dos primeros actuantes, José Cervera ’El Cuchillas’ y Diego Clavel, respectivamente, ya por modestia ya ortodoxia, llegaron desnudos. Quiero decir, sin técnico al uso y sin guitarrista propio. Pagaron las consecuencias de un sonido plano y mal ajustado, con alguna que otra estridencia. Cervera, con su presencia pastoril y su voz escobarera, no arriesgó demasiado, haciendo un polo, una farruca, “Carcelero”, como homenaje a Caracol, y terminó con la milonga de Juanito Maravilla, dedicada a todas las madres. Carlos Zárate le acompañó a la guitarra. Clavel, en menos forma que de costumbre, arropado por Ramón del Paso, se templó por granaínas, continuando con su repertorio habitual. De la caña entre soleares pasó a las alegrías, seguiriyas y malagueñas.

Con Mayte Martín comenzó en realidad el Festival. A su lado brillaba la guitarra de Juan Ramón Caro. Mayte, siempre afinada, siempre perfecta –demasiado, para el decir de algunos-, comenzó con peteneras, a las que le siguen unas malagueñas tradicionales y unas seguiriyas con cabales –dulces donde las haya. El garrotín no se suele escuchar en estos foros y la guajira mantiene altos los niveles de belleza. Su éxito “Ten cuidao”, del disco “Querencia” (2000), abre paso a las bulerías que generosamente añade a su entrega. Con la catalana, la presencia de especialista propio en la mesa es una rutina. Patricia Guerrero, bailando soleá por bulerías, remata esta primera parte. Las tablas, como siempre, no la merecen y la luz, pobre desde un principio, no le hace justicia.

Marina Heredia, con su voz desgarrada, flamenquísima, despereza después del descanso. Marina ha convertido su presencia y su hacer en símbolo granadino, que, junto a Luis Mariano a la guitarra, no podía haber pareja más enraizada. Sus primeras alegrías demuestran su poderío. Duele su soleá tanto como estremecen sus fandangos albaicineros. Redondea las granaínas; los tangos son imprescindibles; y el soniquete moruno de Mariano goza de un marchamo de autenticidad, de agua y luz sacromontano. En las bulerías, quizá bastante largas, se acuerda de Bambino. Un poquito por fandangos, a los postres, rematan su presencia. Arcángel, último artista en el cartel, calma y agita con su martinete. Su cadencia y su asomo morentiano lo elevan a los primeros puestos del flamenco actual. Los tangos, sin embargo, se diluyen en parte con la guitarra impulsiva de Miguel Ángel Cortés. Las seguiriyas son correctas y las alegrías personalísimas, con un continuo alzapúa en el bodón. Y, después de un pataleo público, que no viene a cuento, borda un recorrido por fandangos, imponiendo su reinado.

Como nota final, aplaudimos la presencia de Manuel Curao. Siempre se agradece, gobernando la dinámica en un encuentro flamenco, la presencia de quien sabe lo que dice.

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