Esperanza y Granada
Flamenco Viene del Sur
La verdad es que lo recibimos con muchas ganas. El cante desnudo de Esperanza Fernández, después de algunos días de experimentación, cayó como agua de mayo. Sus “Raíces del alma” fueron un recorrido sentimental por la vida de la artista y su continuo agradecimiento a la ciudad que la acogía.
Su acierto y obstáculo fue al rodearse por dos guitarristas de Granada. Su inseparable Miguel Ángel Cortés, con el que lleva ya una década, con su sonido contemporáneo y seguro; y el nuevo valor de David Carmona, con un sonido trabajado y flamenquísimo. Sanlúcar destilado. El soniquete fue tan grandioso (de ahí su acierto) que la cantaora debía sobreponerse a cada instante (de ahí su error).
Por lo demás, un recital redondo, completo, a su medida. Una velada sabrosa, a pesar de los momentos desafinados y el exceso de grito, que comenzó valientemente cantando a capela la Nana de los Luceros de David Peña Dorantes, al que le dedicó el primero de sus sentimientos. Su eco flamenco es reconocible y su presencia, vestida de blanco asimétrico y fular coralino, rotunda.
Para la soleá, con solo compás (José Manuel Ramos y Jorge Aguilar), homenaje a las de Utrera, necesitó que una guitarra escondida le diera el tono varias veces.
Miguel Ángel comenzó unas seguiriyas rítmicas, a su estilo, planeando con riquísimos arpegios para retomar el punto clásico necesario para que Esperanza, vestida de mar, con bata de ola, dejara su cante gitano; para continuar buscándose con las cantiñas del Pinini, ya acompañada por los dos guitarristas.
En el ecuador del espectáculo, evocó la figura de Morente, diciendo que fue él quien creyó en ella, en el año 84, cuando todavía era la 'Niña de Curro Fernández'. Esta oportunidad vino asociada con el mundo de lo clásico. Quiso interpretar un tema del compositor Joaquín Nin apoyada en un gran armazón guitarrístico. Uno de los momentos más bellos de la noche que remató con una gavilla de abandolaos de diferente factura, asomándose a Huelva y llegando al culmen de la valentía con los fandangos de Frasquito, haciéndole un guiño a la ciudad.
Miguel Ángel Cortés, apoyado por la caja de Aguilar, interpretó a solas un aire de fiesta de gran categoría esperando a la cantaora que retomó la bulería con Manolo Reyes, que ya grabara en su disco Recuerdos de 2002.
El himno de los gitanos, Gelem, gelem, sonó ceremonioso y espectacular con los arreglos de guitarra de David Carmona.
El remate de la noche desembocó plenamente en el terreno de la artista y su barrio de Triana. Los tangos del Titi fueron poderosos. Las guitarras, que inevitablemente se asomaron al Camino, espectaculares. Las bulerías “arremansás” de Lebrija, con su poquito de cuplé y su poquito de baile y su pizquita de sal, fueron la mejor guinda para un concierto recordable.
* Foto de Paco Sánchez©.
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