¡Eureka!
A veces creo que soy demasiado mayor para alcanzar a mi hijo, pues le llevo más de cuarenta años. Otras, siento que me basta para satisfacer sus inquietudes y pienso que el problema no son los años sino la perspectiva. Entreveo la ventaja budista de pensar que aunque los bueyes sean lentos, la tierra es paciente.
Desde el 25 de diciembre, Juan cuenta con siete años y se “enfrenta” a un segundo de primaria con la totalidad de sus compañeros mayores que él (alguno ha cumplido ocho años este enero pasado).
En su clase, me cuenta, tiene cada uno su orden, sus logros y sus limitaciones. “Soy el tercero en matemáticas”, “Fulano es el que mejor dibuja”, “Zutano es el más malo de la clase”, “Mengano corre más que nadie”…
El otro día me dijo que era el segundo que mejor leía, pero que el primero (Felipe, Miguel Ángel o Eduardo) no se enteraba de lo que acababa de leer.
Juntos reflexionamos sobre la cantidad y de la calidad. En resumidas cuentas, sobre la relatividad de las cosas.
Al rato, sin venir a cuento (o viniendo a un cuento que se me ha olvidado), me preguntó por qué flotan los barcos. Le enuncié el principio de Arquímedes, que lo aprendí como antes entraban las cosas, y le expliqué su significado, incluyendo el metafísico eureka.
Al día siguiente, me acompañó a la presentación del disco de Álvaro Rodríguez (que reseñé en estas mismas páginas) y coincidimos con mi amiga Victoria, que alabó la agudeza del niño que hasta sabía por qué flotan los barcos.
Sí, se sorprendió. ¿A ver por qué flotan?
Juan, muy serio le dijo: ¡Eureka!
* Arquímedes en la tinaja.
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volandovengo -
Alberto Granados -
n0n0 -