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Ópera prima

Ópera prima

“Venero”, proyecto discográfico de Álvaro Rodríguez

Venero viene de vena. El Diccionario de la Real Academia recoge su entrada como manantial de agua en primera acepción y como tercer significado es el origen y principio de donde procede algo.

Venero se llama el primer trabajo discográfico del cantaor orgiveño Álvaro Rodríguez. Un disco minucioso y arriesgado. Una carta de presentación para el momento y un proyecto de futuro.

Da la casualidad, la experiencia así lo demuestra, que los cantaores granadinos tienen una doble labor, una doble exigencia heredada. En primer lugar es necesario demostrar sus dotes y facultades, tanto de voz como de oído. Por otra parte, se impone el requisito de evidenciar el alma y sobre todo una cabeza bien amueblada.

Empezando por Morente, pionero en estas lides, que, según Gamboa, sabe lo que canta y no se limita a cantar lo que sabe, hasta las últimas grabaciones locales que han llegado a mis manos, como pueden ser los trabajos de Marina Heredia o Esther Crisol.

Es un salto al vacío sin conocer de primera mano si hay red que amortigüe la caída, es una operación a corazón abierto, es un desnudo público preso de todas las miradas.

Venero es un disco valiente donde Álvaro se traspasa. No sólo hace lo que sabe hacer, sino que, como el actor que se cambia de ropa rápidamente entre escena y escena, afina y afila cada corte del cedé como si fuera el único tema por el que va a ser conocido.

Con el asesor Sergio Cuesta rebusca cantes y compone letras: con el guitarrista Rubén Campos, “alma del disco”, arregla ritmos y propone músicas que vuelan libremente mientras un hilo imprescindible las aferra a la raíz.

Como resultado, nueve cantes que conforman no sólo un disco, sino toda una declaración de intenciones. Comienza con unos tangos pegadizos de factura propia. Rescata a continuación unos cantes de molino que escuchó a su abuela, con acertados arreglos. Aplaudo también en este cante los coros de Sergio Gómez ‘Colorao’ y José Cortés ‘El Pirata’, que pueden pasar como algo marginal, pero que le imponen una dimensión orbital, como después veremos en el remate de la seguiriya, en los tangos o en las bulerías.

Se declara morentiano en las alegrías y en el resto del trabajo hasta llegar expresamente a la soleá, a compás y sin guitarra, con la que se cierra el disco dedicada “Al maestro Morente”. Sólo este tema bastaría para encumbrar a este cantaor en las referencias inexcusables del cante actual granadino.

Las granaínas, de Bernardo el de los Lobitos, juegan a ser clásicas, pero se asoman a las costas de Málaga y se abandolan en la segunda parte abriendo la estructura a nuevos aires fandangueriles. Es reconocible y agradecida la guitarra clasicista de Ramón del Paso.

Personalmente, sin embargo, me quedo con las seguiriyas que marcan el ecuador del disco, ortodoxas en su concepto, pero con ese soniquete morentiano, tan extendido como eficaz, que las acercan sin discusión a todos los paladares.

Otra sorpresa es el romance de Zaide, que cantara con afección tonal el ‘Chozas’ de Jerez y otras propuestas mairenistas. Álvaro se hace acompañar por un toque de fiesta y liga los tercios ofreciéndola como un producto contemporáneo.

Las bulerías tienen un fresco concepto musical, uno de los logros de Rubén, donde se aporta una guitarra eléctrica, como en los tangos apareció el contrabajo de  Cuni Montilla. Y los fandangos, que le dan nombre al disco, quizá demasiado arcangelianos, tienen ese aspecto coral con que nacieron los de Huelva.

Por último, debería mencionar las percusiones exactas y respetuosas de Miguel ‘Cheyenne’ y Manuel Vílchez; el zapateado de Rocío Cabrera en las alegrías; y los jaleos y palmas de Antonio Gómez ‘El Turri’ y José Cortés ‘El Indio’.

* “Venero” se presenta este viernes, 11 de marzo, a las 20,00 horas en el Palacio de los Condes de Gabia. La entrada es gratuita.

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