Atrás quedó
Atrás quedó
—como una polución nocturna—
el tiempo en que me puse en venta.
Añadía a la singular oferta
el reclamo de seminuevo
para animar al comprador.
Que devolviera su dinero
si no estaba conforme
con esta adquisición.
Me quedaría como estaba,
en cambio,
con una triste mano atrás
y delante el cartel
de poco usado
para cubrir mis vergüenzas.
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