El destino
"¡Oh, Diosa, canta la cólera de Aquiles!". Así empieza La Iliada. Es un comienzo que me ha acompañado siempre y me ha sido más familiar que "En un lugar de la Mancha", desde que leí por primera vez el poema homérico. Hogaño, me acerco a él en una versión de Alessandro Baricco para ser leída en la radio italiana. Es un texto de fácil lectura y particionado en breves diálogos, narrando la obra en primera persona por gran parte de sus personajes. Baricco obvia a los dioses, lo que llevó a Alfonso a emparentarla con la superproducción de Wolfgang Petersen para el cine. Pero nada de eso. Después de leerla, me quedo con un buen sabor de boca por el tratamiento tan respetuoso y ajustado a la historia original (Patroclo no es el primo de Aquiles sino su amante).
Sin embargo, no es de esta lectura de lo que quiero hablar, sino de la impresión que me causó mi primer acercamiento adolescente a la aventura épica más formidable del mundo. Me impresionaron bastantes cosas que sería largo y cansado el enumerar. Pero sí quiero dar una pincelada a vuelapluma sobre lo más sobresaliente que en este momento se me ocurre.
Me encanta el paralelismo, a veces más importante, de los momentos no bélicos, las aventuras de dioses y humanos, los sacrificios y otras ceremonias, los juegos e intrigas... Me entusiasma el protagonismo de las mujeres, verdadero centro realista y sensible de la obra. Me conmueve que se mencione el nombre de todos los muertos y su estirpe. Me satisfacen la repetición de epítetos y otras coletillas que hacen que las naves sean siempre cóncavas y la sangre negra y que la Aurora llegué con sus dedos rosados. Me conmueve la nobleza y el espíritu (la batalla termina cuando anochece).... En general admiro la dimensión poética de una obra eminentemente épica, dura y cruel.
Empero, lo que más me llama la atención es el destino. Todos están aferrados a su destino inmutable. Todos saben cuándo y cómo terminará la guerra. Quien muere, conoce quién le dará muerte y cuándo caerá y qué será de su cuerpo y de sus armas. Todo está escrito y la guerra de Troya es cantada antes de la guerra de Troya y el terrible destino es de hierro y fuego, inalterable.
Trascribo uno de los muchos parlamento acerca del destino que aparecen en La Iliada. Son unas palabras de Aquiles al río que lo engulle. Exactamente el verso 420:
-¡Janto! ¿Por qué me vaticinas la muerte? Ninguna necesidad tienes de hacerlo. Ya sé que mi destino es perecer aquí, lejos de mi padre y de mi madre; mas, con todo eso, no he de descansar hasta que harte de combate a los troyanos.
¿Nuestro destino estará también escrito? ¿No somos más que personajes de un gran poema épico? ¿Caducamos como una lata de corazones de alcachofas?
1 comentario
Pepo -
Gracias por colgar la reseña. Un abrazo.