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El Albaycín sin el Albaycín

El Albaycín sin el Albaycín

Con veinte ediciones a las espaldas, la Noche Flamenca del Albaycín cambia su ubicación. Del monte baja al llano, de la plaza albaycinera de siempre, se traslada al Palacio de Congresos. Del trasiego informal y obligado de la noche flamenca, pasa al formalismo de la butaca organizada.

También, su fecha de realización se aplaza un mes, lo que hubiera impedido la actuación bajo las estrellas. ¿Cambios acomodaticios de los nuevos tiempos; intento de formalizar un festival de tal prestigio; o necesidad de controlar el aforo y las ventas? Posiblemente esto último es lo que ha decidido a los organizadores a buscar el refugio controlado del Palacio a pesar de haber perdido autenticidad y sabor. Ya que el pasado año se falsificaron entradas y buena parte de los asistentes accedieron al recinto por cauces incontrolados.

Por otra parte, el festival se ha desglosado en dos partes, la de anteayer y la del próximo viernes 26, evidenciando sabiamente que un festival continuado se alarga hasta altas horas de la noche. En dos sesiones, este espectáculo es más llevadero. Otras dos características determinan este festival. La apuesta por el flamenco local, lo que siempre ha llevado por enseña, y la preeminencia del baile en esta ocasión. Seis bailaores en total. Dos en esta velada y cuatro en el próximo encuentro.

Antonio Canales, como cabeza de cartel, hizo lo que pudo, ya bien poco. Demostró sin embargo, con su apunte por seguiriyas y por soleares, cómo se puede vivir del cuento, de la memoria histórica, que ahora está tan de moda. Sus silencios son excesivos, sus poses innecesarias y sus zapateados, zapatazos. Con todo y con eso, quien tuvo retuvo, y momentos lúcidos y el poder popular no se los quita nadie.

Lo mejor de la noche fue sin duda Patricia Guerrero y el desparpajo de su baile por tangos con una amplia introducción por levante. Una gozada. Patricia es fina y elegante, una bailaora muy completa y estudiosa. Se sitúa en la órbita independiente que la alzará, no sólo a un lugar entre las grandes, sino a una artista única. Es criticable sin embargo un vestido negro para un baile de fiesta y el remate de los tangos granadinos con el “yeli, yeli” de la Repompa.

Aparte de esto, me quedo con momentos puntuales. Firmo por la soleá de Frijones que interpretó Manuel Torres, el Niño de Osuna. Pongo la mano en el fuego con Pinilla por levante y por todo Mariano, el tocaor que lo arropa. Y me rindo con los martinetes de Sergio Colorao, quien no llegó nunca a entenderse con la guitarra de Rafalín Habichuela.

* EN LA FOTO: Patricia Guerrero, ganadora de El Desplante, Primer Premio de Baile en el Festival de las Minas de La Unión

1 comentario

María -

No puedo opinar mucho acerca del flamenco en Granada, porque mi ciudad es otra. Pero pienso siempre que cuando se trata de festivales, hay que cuidar muchísimo para que no se pierda la identidad, porque si eso se pasa, es mejor crear otro festival.