Lo que cuenta el siete (2)
Los antiguos identificaban en el cielo los siete planetas mayores a los que alcanza la vista en un día despejado o los rudimentarios artilugios de observación, que se identificaban con los siete dioses principales (Saturno, Júpiter, Neptuno, Platón, Venus, Marte y Mercurio). Planetas que, indiscutiblemente, influyen sobre la Tierra y todos los seres que la habitan. Corresponde igualmente a las siete direcciones del espacio (las seis existentes más el centro).
Los egipcios dividían la faz del cielo en siete partes. El cielo primitivo era, pues, séptuple. Gerald Massey decía que la primera forma del siete místico se veía figurada en el cielo por las siete estrellas de la Osa Mayor, la constelación asignada por los egipcios a la Madre del Tiempo y de los siete poderes elementales. La doctrina hermética, surgida en Egipto y difundida en la actualidad a través del libro “El Kybalión” se refiere a los siete principios del Universo (mentalismo, correspondencia, vibración, polaridad, ritmo, causa-efecto, y generación).
Allah, según la doctrina musulmana, a diferencia de otras religiones, no está en todas partes, sino en el cielo, sobre los siete cielos. En el Libro. “La inspiración del Glorioso” de Abdurrahman Ali Sheij, podemos leer, referido a Allah: Su esencia divina se encuentra sobre los siete cielos establecido sobre Su trono.
Quizá, por eso la expresión "estar el séptimo cielo", que es como estar en la Gloria, en el Paraíso, junto al Supremo.
Los herederos del saber de Hermes Trimegisto fueron los alquimistas del Medievo, que escondían sus conocimientos usando alegorías y símbolos, entre ellos los siete planetas místicos, que correspondían a siete metales (oro, plata, hierro, mercurio, cobre, plomo y estaño), que aparecen representados en el interior de la tierra, en la que se engendran, pero en el cielo están asociados al Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Venus, Saturno y Júpiter, respectivamente.
Igualmente, los perfumes planetarios son siete, y corresponden a estos siete planetas que dirigen los días de la semana. Así, el perfume del Sol se quema en Domingo; el de la Luna, en lunes; el de Marte, en martes; el de Mercurio, en miércoles; el de Júpiter, el jueves; el de Venus, el viernes; y el de Saturno, en sábado. Afirmaban también que todo proviene del éter y sus siete naturalezas.
El musulmán Mirza Murad Ali Ber afirmaba que en el verdadero hombre hay realmente siete hombres. En la mayoría de las tradiciones esotéricas post-blavatskianas encontramos a este hombre septenario.
En oriente existen Siete Dioses de la Buena Suerte (en japonés, Shichi-fuku-jin), grupo de deidades niponas consideradas, en la tradición, como portadoras de buena fortuna, salud y larga vida. Su culto se popularizó a partir del siglo XV y proceden del mismo Japón, de China o de la India.
Estos dioses son: Ebisu, dios sinto de la pesca y del comercio, que siempre lleva el besugo de la buena suerte; Daikoku, dios budista-sintoísta de la salud y de la agricultura, que suele portar una bolsa de arroz y una vara mágica que concede los deseos; Bishamon, deidad guardiana budista y dios de la buena suerte, por lo general protegido con armadura; Benzaiten (o Benten), diosa budista del agua, la música y la salud, que toca el laúd; Hotei, monje chino Zen y tripudo que otorga la buena suerte; Fukurokuju, divinidad china de gran cabeza y que concede la longevidad, y Jurojin, sabio chino y, como el anterior, dios de la larga vida, al que con frecuencia acompaña un ciervo.
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