Optimistas
Es de todos conocida la frase de Paulo Coelho, llena de buena voluntad y una luminosidad casposa: Cuando quieres algo, todo el universo conspira para que realices tu deseo.
Calentito quedó el hombre tras este orgasmo mental. Y es que Paulo es un iluminado, como puede ser Sánchez Dragó o Jorge Bukay (salvando todos los escollos y las posibles distancias).
A quien le sonríe la vida, o el que sonríe a la vida (nunca lo he tenido demasiado claro), es optimista. Estos días leo, sin embargo (o abundando) que el optimismo es hereditario, como la infidelidad.
Por pura asociación, pienso que el pesimismo también es congénito, aunque no tengo precedentes. Sin embargo, sí encuentro paralelismo en la anchura de la fidelidad entre consanguíneos.
Acabo de terminar El Palacio de la Luna de Paul Auster, una novela inquietante, aunque no de mis preferidas del autor estadounidense. Como siempre, llena de coincidencias y esfericidades en los espacios y en el tiempo.
Narrada en primera persona, el protagonista cuenta, marcando la contra al brasileño: Si lograba mantener el adecuado equilibrio entre deseo e indiferencia, me parecía que de alguna manera podía conseguir por medio de la voluntad que el universo me respondiera (…) A medida que pasaba el tiempo, empecé a notar que las cosas buenas me sucedían sólo cuando dejaba de desearlas. Si eso era cierto, entonces también lo era lo contrario: desear demasiado las cosas impedía que sucedieran.
1 comentario
susana -
Además, llevo tanto tiempo enamorada de "Paul"... Se me disculpe