Tranca, la tranca
Dice la cancioncilla popular: Tranca, la tranca rompió un jarro; / tranca, la tranca lo rompió; / adivina quién te dio / y quién te pegó. Es un juego infantil del año de Maricastaña que consiste en que uno se la queda y amaga en las rodillas de la madre (director del juego), con los ojos ciegos, y los demás niños se sientan enfrente de ellos(1).
Previamente se ha puesto cada uno un nombre secreto de fruta, de color, de animal o de lo que toque. Al final de la estrofa, que cantan todos juntos, la madre designa uno de estos nombres y sigiloso el aludido se levanta para darle un cachete al arrodillado en las haldas, que, dándose la vuelta debe adivinar quién le dio y quién le pegó, mientras los demás miembros del juego, girando el índice levantado, pueden ir cantando: lío, lío / que yo no he sido. Si acierta, el señalado ocupa su puesto; si no, se vuelve a quedar.
El otro día salió a colación este entretenimiento pueril. Recordé a Juan que de pequeño jugaba yo con él, con la salvedad de que yo hacía de madre y demás jugadores, mientras él siempre amagaba.
En vez de nombres de hortalizas o razas de perro, rememoraba con cierta comicidad, ponía nombres de guerreros de la antigüedad o de estrellas. Decía, por ejemplo: qué venga jenízaro, o mirmidón, o lacedemonio… o, por otra parte: Betelgeuse, o Aldebarán.
Lamentablemente mi hijo no recordaba nada de eso.
(1) Ya, en el siglo XIX, Guy de Maupassant habla de este juego de niños. Lo menciona en el cuento Chali, incluido en Les soeurs Rondoli (1884): “Nos lo pasábamos en grande jugando al escondite, al pilladilla y al adivina quién te dio…”.
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