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volandovengo

Funcionarios que funcionan

De los primeros deberes de un funcionario, sobre todo si desarrolla su labor atendiendo al público, es la atención (como su palabra indica), el respeto, la deferencia, la amabilidad... Su falta puede ser hasta muy grave y puede costarle el puesto. Sin embargo, por los motivos que sea (estrés, cansancio, un mal día, encabronamiento supino), esta virtud brilla por su ausencia. Me atrevería a decir no obstante, que la mayoría de los funcionarios funcionan, pero pesan más los ’esaborios’, los ’malajes’, los ’malafollá’, que nos tocan de vez en cuando y hacen que su posible eficacia pase desapercibida.

Ayer estuve en Hacienda (el motivo es lo de menos). Llegué a la hora de cerrar. Ya me lo dijeron en la puerta: "Ya es hora de cerrar". "Ya lo sé, dije, acabo de ponerlo más arriba". Dejé sobre la mesa las llaves, el móvil y las gafas y pasé bajo el dintel detector de metales. Recordé ligéramente a Enrique Iglesias y me encaminé a la maquinita expendedora de numeros para ’guardar la vez’, y me salió un papelito diciendo que las mesas se cierran a las dos. Eran las dos y cinco minutos y me dirigí directamente al punto donde debía informarme de mis cosas. El funcionario ya estaba en pie, recogiendo sus cosas y hablando con sus compañeros. Pero me atendió. Aunque no nos sentamos, consultó el ordenador para resolver mis dudas perentorias. Satisfecho de haber apurado hasta el límite su jornada laboral, se volvió, sacó del armario una caja de bombones (sic) y le ofreció un chocolate a sus compañeros y otro a mí. Yo no quise, pero aprovechando su disposición, pregunté varias cosas más que extraje del tintero de mi ignorancia tributaria. Él, no sólo volvió a coger el ordenador, sino que implicó en la búsqueda a su vecina de mesa. Complacieron todas mis dudas y me hicieron sobre la marcha una fotocopia que me habría de servir.

¡Para que luego digamos! Aunque no es la única vez que un funcionario me alegra la vida. También en Correos he encontrado un trato cordial y en el INEM y Servicios Sociales y también en la Diputación... Siempre busco a ese personaje que me trató correctamente y lo miro con complicidad. No siempre lo encuentro o no lo hay o tiene el día tonto o le tocas las narices más de la cuenta... y te amargan el día y el siguiente y el siguiente, hasta que se te olvide o soluciones tus problemas por otros caminos, no siempre oficiales.

3 comentarios

Hueso -

Muy buena reseña. Y también ese comentario. En mi columna de este viernes que viene quería hablar precisamente de esto: de gente que cumple con su trabajo de forma alegre, más allá de lo que dicta su convenio colectivo, con simpatía, buena disposición de ánimo y alegría contagiosa.
Será que llega la primavera y estamos de buen humor...

volandovengo -

Me das la razón, querida Kpicúa (quienquiera que seas). Gloriosas ecepciones, siempre las hay. Si el sistema medianamente funciona es porque sus funcionarios medianamente funcionan.

Kapicúa -

Un familiar muy cercano, la madre que me parió, fue funcionaria. Su función no era parir con diligencia, sino educar a los hijos de otros, además de a los suyos propios. Aprobó las oposiciones jovencísima y la Administración la tuvo haciendo bolos por pueblos varios años. En autobuses de tercera, pues no había otros (ni trenes de alta velocidad, ni vuelos de bajo coste, que el medio rural no los merece), se desplazaba cada día 50 kilómetros tierra adentro, aunque ella es boquerona, y se plantaba en la escuela lloviera, nevara o tronase. Tenía a su cargo niños de diferentes edades, cada uno de su madre y de su padre, cada uno con una lección diferente por aprender, lo cual complicaba más el trabajo. La funcionaria en cuestión no se ahogaba en un vaso de agua y tampoco terminaba su jornada laboral al oir la sirena. Además de preparar las clases del día siguiente, corregir exámenes o atender a los padres de los alumnos (a veces analfabetos pero en general muy respetuosos con el maestro) cuando volvía a casa ejercía de esposa y madre. Así que ella también tenía deberes que hacer. Los deberes conyugales no le robaban demasiado tiempo (sí dinero y lozanía), porque su marido estaba casi siempre en paradero desconocido. Los deberes maternales eran más complicados de solucionar. El salón de aquel piso sin calefacción ni otras muchas comodidades se convertía cada noche en un aula más, donde cuatro chaveles de diferentes edades lo mismo estudiaban que peleaban entre ellos. Eran clases de nocturno. Ella nunca pidió baja ni días de asuntos propios pese a que su matrimonio estuviera en crisis o no le diera tiempo de ir a la peluquería. Después de 20 años de esta misma rutina, se miró en un escaparate del centro y no se reconoció. Hubo un punto de inflexión, como en las parábolas que dibujaba en la pizarra con ayuda de una cuadrícula. A partir de entonces, su vida (privada)cambió pero nunca faltó a su puesto de trabajo. Le proporcionaba independencia y le ayudó a pagar las deudas (lo único que se ganó con los bienes \"gananciales\") Sí, si, voy terminando. Tras 30 años de servicio, en los que la escuela pública ha cambiado mucho como la sociedad misma, sin una sola baja por depresión en su expediente, esta funcionaria acaba de jubilarse. ¿Y quién es ella? ¿A qué dedica el tiempo libre? Se ha apuntado a clases de inglés y está como una niña con zapatos nuevos. Esta maestra (¡responde a las inciales A.B.C.!)no para de estudiar y yo no dejo de aprender de ella. La mejor lección, su vida de sacrificio. Les aseguro que esta funcionaria funciona. Aunque a veces yo llegue a su ventanilla con cara de pocos amigos. Y además ha contribuido a que a sus alumnos (la generación del autor del blog, entre otras) pidan información en Hacienda con respeto y educación y reciban eficiencia. Porque con educación se llega a todas partes. Incluso al final de este comentario. Ya era hora. Recreo.