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El pequeño naufragio de un gran proyecto

El pequeño naufragio de un gran proyecto

57 Festival Internacional de Música y Danza

Con-vivencias

Un buen intento. La unión de dos voces privilegiadas, reconocidas en sus modalidades, ha sido todo un acierto. Decente en las individualidades, pero insuficiente en su complicidad. La expectación creada en un principio, el estreno de una obra arriesgada, el bautizo de Marina en el Festival, era toda una promesa, que se fue desinflando, como la voz poderosa de la granadina. Quizás en otro foro hubiera funcionado (o se hubiera perdonado la falta de sincronía), pero en el Patio de los Aljibes de la Alhambra y enmarcado en un evento de tal prestigio, todo el concierto se deshacía por sus costuras.

Con un sonido impecable da comienzo un recital con saetas, una andalusí, otra flamenca. La emoción nos embarga. Cómo dos músicas pueden ser tan iguales. El recinto de llena de sentimiento, de buenos espíritus. Pero comienza la música después de un breve silencio que parece un abismo. Es una suma de individualidades que no se coordinan. Marina está cortada, Amina esta ajena. En los ayes de la caña hay un intento de acercamiento, de comunión. El vaso lo ponen los espectadores, el hielo los protagonistas. Un cante clásico andalusí, en la voz de Amina Alaoui, es una buena propuesta, pero que termina por desconcertar al respetable. Las alegrías de Marina Heredia suenan como un viento fresco (incluso una brisa nazarí comenzaba a soplar en ese momento), sin embargo la voz languidece, se rompe sin necesidad.

Es el poema de Santa Teresa de Ávila “Nada te turbe” cantado en castellano por la parte árabe el que comienza a levantar el espectáculo. José Quevedo “El Bola” aporta en este cante un logrado toque por levante. Después de este somero éxito, el recitado de un poema de Ibn Jafaya (siglo XII) da paso a una seguiriya (o seguirilla) instrumental. Las dos partes, la musulmana y la flamenca, exponen su visión de este cante común y de su común encuentro. Es el tema en que más se podía apreciar el sentimiento mestizo, fue en cambio donde salio a flote la inmadurez de un concierto cogido con pinzas. Un aplauso especial al percusionista Idriss Agnel, hijo de Amina.

La granaína y su terminación con fandangos de Granada tampoco cruzaron el listón. Reconocemos la entradilla de Luis Mariano con su guitarra y las aportaciones del resto de los músicos, aunque continúan su tónica de desconcierto en los tangos, después de otra canción andalusí de Alaoui. La alternancia de tangos reafirman las raíces morunas de nuestro soniquete.

Después de estos desajustes, de estas promesas incumplidas, de este quiero y no puedo, la canción final, “Caminante” tomando los consabidos versos machadianos, fue un buen punto y final, con reminiscencias morentianas, quizá lo más conseguido, quizá lo más trabajado. ¿O fueron las ganas?

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