Y que cumplas muchos más
57 Festival Internacional de Música y Danza
Eva Yerbabuena Ballet Flamenco
El Ballet Flamenco de Eva Yerbabuena ha cumplido diez de los más saludables años que puede cumplirr una compañía. Son diez años coronados de éxitos y reconocimientos. Pero también de trabajo y colaboración. Son diez años que, merecidamente, han encumbrado a Eva al olimpo de las bailaoras. Hoy por hoy es una de las más grandes, de las más completas, de las más personales. Eva no se parece a nadie, se parece a ella y a lo que ha sido. Eva bebe de sí misma, del recuerdo y sostiene la sombra de sus mayores, llámense Carmen Amaya o Manuela Carrasco. Un tanto por ciento elevado del buen hacer de este Ballet recae en el guitarrista Paco Jarana, compañero de la bailaora y director musical de todas sus obras, cobertor imprescindible para las tiriteras de una creadora.
Paco y Eva, Eva y Paco, han querido celebrar este “Décimo aniversario” por todo lo alto. Dando lo mejor de sí, invitando a sus amigos, tanto dentro como fuera del escenario, como si la onomástica fuera en realidad de todos nosotros. Como entregados miniaturistas, cuidan hasta el mínimo detalle. No queda nada al azar. Como agradecidos a su memoria, recogen piezas de sus espectáculos anteriores y las hilvanan en una nueva obra tan delicada como rotunda.
Eva ha convertido en una seña de identidad la presencia en el escenario de algunos de sus bailarines, que ensayan movimientos ensayados, mientras el público se acomoda, impregnando el ambiente desde un primer momento de esa complicidad necesaria entre “los de dentro” y “los de fuera”. Parece que bailaran el murmullo de la gente. Parece que recrearan las advertencias en off de los minutos que faltan, la prohibición de las cámaras, la advertencia para los móviles.
Miguel Poveda calma la noche, rompe el silencio, con una preciosa nana (“Alba del hijo”) con la que se implica en el baile de Eva. Miguel le canta a Eva, la acuna con esa canción de cuna rescatada de “El huso de la memoria” (2006). Todos nos relajamos con la hermosa voz del catalán. Todos nos embelesamos con los sinuosos movimientos de la granadina. El cuerpo de baile al completo la sustituye en la serrana “Tórtola”, que es como un latido. Suena como el batir de las olas en un mar epicontinental. La “Torre de la Vela” es una granaína de la obra ya aludida. Arcángel la aborda con sedas y amores. Y las termina con abandolaos, que no llegan a ser de Granada. Y las remata con un fandango a capela, ya en el umbral, que es un regalo exclusivo a la bailaora que mueve la bata de cola blanca como si hubiera nacido con ella puesta.
Si en la serrana los bailarines eran caballos, en la farruca son cuatro toros que vindican su bravura. Un largo silencia precede a esta pieza. Los bailaores precisos danzan ese vacío, mecidos por el silencio de la noche, bajo los compases de las ranas y los grillos que requieren su espacio. Patrick De Banna, presta su cuerpo elástico en la seguiriya “Uña y carne”. Es un paso a dos que proviene de “La voz del silencio” (2002). Es una danza seductora, es una concesión a la danza contemporánea, que no le va tanto a la bailaora porque el flamenco le va todo. “Filigrana” es la guajira que canta Jeromo con mucho gusto y bailan las cuatro chicas del cuerpo de baile. La caña cadente y tierna de Segundo Falcón se mira en el espejo de Pilar López (bailaora no reconocida como se merece). “Quiero y no puedo” son los tientos-tangos de “Santo y Seña” (2007), que canta Miguel Poveda y Marina Heredia, donde Eva nos desarma, ronea como nadie, levanta pasiones.
Muy aplaudida, por la técnica y la originalidad, es “A galera” una coreografía montada e interpretada por Eduardo Lozano, basada en la percusión y ambientada por todo el cuerpo de baile. Y, para terminar, la guinda indiscutible, “Cadencia”, una soleá y bulería, procedente también de este último trabajo, que canta la voz sabia de Enrique el Extremeño sin apenas música (quien recogió más oles en la noche). Es un baile ralentizado, en el que Eva alcanza su matrícula de honor y es reverenciada entre todos los flamencos. Culmina con una rueda de bulerías, como fin de fiestas, que cantan todos los artistas invitados y la Yerbabuena, rodeada de arte y compás, da rienda suelta a su improvisada alegría.
Nuestro deseo, después de estos diez años gloriosos, es simplemente que cumpla muchos más.
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