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volandovengo

Ni flamenco ni del sur

Ni flamenco ni del sur

Flamenco Viene del Sur

Algunas veces cuesta más escribir que otras. Hay espectáculos que prefería pasar por alto por su ambigüedad, inmadurez o desacierto. Sin embargo, me lo impongo, mi labor como crítico me inclina a pronunciarme, sobre las funciones trascendentales como este ciclo invernal.

Con la obra “Tripolar”, de los bailarines contemporáneos Marco Vargas y Chloé Brûlé, se inaugura en la ciudad de Granada Flamenco Viene del Sur, una obra tan intimista como incomprensible.

Antes de empezar con un somero análisis, sin embargo, deseo manifestar algunas declaraciones en forma de preguntas. ¿Por qué, siendo éste el día de inauguración, no asistió ninguna de las autoridades de la cultura local? ¿Por qué, aparte de mí, ningún crítico, ni oficial ni oficioso, acudió a cubrir el espectáculo? ¿Por qué la primera propuesta del festival, el banderín de enganche, fue una obra tan contemporánea y deslavazada?

Cuando voy a ver flamenco, sabiendo que es una apuesta novedosa y rompedora, nada convencional, que trasciende la esencia –quien me conoce bien lo sabe-, me siento con una mentalidad abierta hasta lo indecible y actitud de compromiso con la creación y el mestizaje más allá de lo conveniente en un amante de la verdad.

Así, el sábado 26, ocupé mi localidad en el Teatro Alhambra para impregnarme de la propuesta de estos jóvenes danzantes. Él de aquí, ella francesa. Lo primero que vimos fue el escenario abierto, sin telones ni bambalinas que ocultaran la tramoya. Particularmente me gustó ver el esqueleto del Alhambra lleno de cajas y escaleras.

La música en off se impone (primero arabizante, después clásica y eléctrica) y los bailarines empiezan a actuar. Hay momentos bellos donde la expresión corporal es delicada, donde la complicidad es auténtica, donde los pasos son exactos.

Ya está. Ahora que rompa, que la obra se defina, que cuente algo, que se inmiscuya en el flamenco y le saque punta. Pero nada de eso. El espectáculo no tiene ni pies ni cabeza, son escenas sobre escenas que no cuentan nada, sin argumento deducible, a pesar del programa de mano que habla de tres bloques, de tres cerebros, de las tres etapas de la vida de un hombre…

El peso específico se centra en el cante de Juan José Amador, que se levanta de un somier y no para de cantar mientras actúa (este somier tomará vida el resto de la obra, como la pobre guitarra que surgirá más adelante). El cantaor sevillano canta a capela copla, seguiriyas, fandangos, bulerías… con voz potente y acertada a veces, planteando una comicidad forzada hasta parecer ridícula (atiéndase a la parodia con guitarra de Parilla, Manuel Molina, Cepero y “yo mismo” o cuando canta a una maceta o cuando baila con mantón).

Los bailarines, nada flamencos (aunque Marco tiene una trayectoria considerable), hilvanan escenas de buena factura pero sin sentido. Juegan con las cajas, las escaleras, el somier, la guitarra, la sábana… y sobre todo con su cuerpo flexible y completo.

Lo que en otro contexto hubiera sido válido, en este escenario era, cuanto menos, inaudito.

3 comentarios

volandovengo -

Ya lo sé, José Manuel. Ha sido un comentario genérico. Nos vemos.

José Manuel Rojas -

Jorge me fio de tu criterio como siempre (mas sabiendo de tu gustos en el baile). Yo no fui por otras obligaciones laborales como bien sabes. A partir de lunes por allí andaremos

Juan Pinilla -

Olé!