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La nota imposible de Juan Carlos Romero

La nota imposible de Juan Carlos Romero

Flamenco Viene del Sur

 

La guitarra de concierto quizá tenga menos adeptos que las otras disciplinas del flamenco. Esto explica el medio aforo que tuvo Juan Carlos Romero la noche del lunes y su forma tan particular de entender el este arte. Romero bucea en los estilos, retuerce las notas, se extiende melódico, contrae la armonía. Resultado: una música que trasciende el flamenco, un sentir para todos los paladares, no necesariamente entendidos, no necesariamente convencionales. Separado de la ortodoxia, Juan Carlos busca la estética y la fragancia en sus composiciones que en el fondo rebosan flamencura. Y, para ayudarse en este camino, se rodea de un grupo de reconocidos artistas que los lleva por nuevos horizontes a la vez que le impiden perder el norte. En primer lugar, destaca la presencia de José Valencia, un cantaor que ha crecido atrás, donde ha adquirido un eco flamenco digno de admiración y un compás desmedido. Compás que refuerza sin par el maestro Bobote a las palmas y Antonio Coronel al pandero y al botijo dando la pincelada foránea al conjunto. Paco Cruzado, como segunda guitarra, es a la vez el eco y azogue donde se mira Juan Carlos Romero.

Las composiciones y la dirección artística corren de la cuenta del guitarrista onubense, quien se arropa con el bailaor sevillano Rafael de Carmen para extender plásticamente sus sueños. Sin embargo, tanta búsqueda y tanta técnica, tanto mimar el detalle, hacen a veces que se difumine el todo hasta parecer frío, hasta no reconocer los estilos, hasta llenar el teatro de algunos interrogantes.

Con la farruca que da comienzo el espectáculo, ya nos damos cuenta de que el músico que tenemos enfrente es especial. Exclusividad que acentúa en una taranta que interpreta en solitario llamada “Ríotinto”. La luz cenital y su toque preciso, lleno de notas imposibles, le dan una solemnidad desacostumbrada. La soleá-bulería tocada en fa, a la que presta su voz flamenquísima José Valencia, se acerca a los cantes levantinos. A ésta le siguen dos temas aflamencados, la “Fantasía” flamenca, que nos puede recordar por momentos a algunas variaciones de Paco de Lucía, donde sale por primera vez el bailaor subrayando la pieza; y un “Cante libre”, cercano nuevamente a la mina, interpretado con el segundo guitarrista con una bombilla pelada entre ambos como única iluminación. Las alegrías, con todo el cuadro, restan solemnidad a la noche. “La sombra” son unos tientos-tangos dedicados al Niño Miguel, tocaor en la indigencia en su ciudad natal, donde los músicos se descalzan por respeto.

El fin de la noche viene en forma de tanguillos y de bulerías. Y, fuera de programa, la rumba “Isla canela".

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