Blogia
volandovengo

Un festival de masas

Un festival de masas

32 Festival Flamenco de Ogíjares

Al final, como todos los años, acudí a esta cita multitudinaria en la población de Ogíjares. Es un Festival con solera, que, a lo largo de 32 años, ha visto desfilar por su escenario lo más granado del panorama nacional. Y, aunque ha tenido unos años de bajón, por cuestiones políticas, su llamada es imprescindible, entre otras cosas porque es uno de los encuentros más flamencos que se dan en nuestras tierras.

No sé si por su fama, por su cercanía o por su fecha, a principios de septiembre, que allí nos vemos gran parte de los flamencos y aficionados de toda la provincia de Granada, y aun de otras ciudades.

No obstante, su duración extrema, el cansancio acumulado y el frío imperioso, que distingue a este festival a partir de media noche, me impulsaron a abandonar el recinto en su mitad, perdiéndome a mi pesar el baile de Susana Lupiañez ‘La Lupi’, la actuación emblemática de Miguel Flores ‘Capullo de Jerez’ y, ¡ay!, el magisterio puro del marginado Manuel Carmona ‘Nene De Santa Fe’, aunque viniera acompañado de su hijo a la guitarra.

Organizado, desde sus comienzos, por la peña local ‘Eva Yerbabuena’ y apoyados por el Ayuntamiento de Ogíjares, el Parque de San Sebastián, donde se celebra dicho evento, acogió cerca de 3.000 espectadores atraídos por el cartel, en el que destacan ‘El Capullo’, mencionado más arriba, que con su cante particular tiene verdaderos adeptos, y con el compromiso independiente de ‘El Cabrero’, que mueve conciencias.

El primero en subir al escenario fue el cordobés, de Villa del Río, Antonio Haya ‘El Jaro’, ganador del III Concurso de Cante para Artistas Jóvenes de Ogíjares, que comenzó con soleá por bulerías y con granaínas, acompañadas de un ineficaz toque de piano y de una forzada percusión, para terminar, algo descafeinado, acordándose de Enrique Morente en los tangos e interpretando La Estrella, que ahora más que nunca haría falta que nos guiara.

Desde este primer comienzo nos dimos cuenta de las limitaciones del sonido. Algo que, en general, ocurre todos los años, a pesar del buen equipo, me consta, con que cuenta este festival.

María Toledo, en segundo lugar, contó con la guitarra exclusiva de Paco Cortés, uno de los mejores guitarristas de acompañamiento de la actualidad. María, con un deje demasiado castellano, se templa por seguiriyas, acordándose en primer lugar del Reniego de mi sino de Antonio Cagancho. Continúa por cantiñas con su presencia aplomada, para pasar a una soleá, acompañada por ella misma al piano, que supuso quizá lo mejor de su entrega. Continuó por tangos, con un excelente soniquete del mayor de los Cortés a su lado, y acabó por bulerías, recogiendo alguna letrilla de Carlos Cano a los postres.

José Domínguez ‘El Cabrero’, que llegó en tren desde Sevilla, arrasó con su presencia, cantando con valentía y gracia letras que le preocupan y que sus seguidores, verdadera legión, agradecen.

El Cabrero se ha constituido en poeta del pueblo y, pese a sus limitaciones, es un artista único y reverenciado. El mérito, sin embargo, lo tiene su guitarrista, Rafael Rodríguez, que tiene que seguirle en sus particularidades.

El cantaor sevillano, que venía de ordeñar cabras, fue generoso hasta el límite. Estuvo en escena casi una hora y, si no es porque aún quedaba la segunda parte, habría cantado un poco más (yo no tengo prisa, decía).

Comenzó por serranas, un bello cante telúrico que por desgracia se canta poco, y continuó con Pastor de nubes, tema que abre su último disco, con aires de sevillanas a la manera de Calixto, y rematados por fiesta. Continúa con una soleá y una seguiriya, para exponer su primer ramillete de fandangos comprometidos y declarando que: voy a ser niño hasta que me muera, como diciendo que los niños dicen la verdad, al menos su verdad.

Voy a cantarles una mariana, sin trololó, dijo seguidamente; para continuar con Si se calla el cantor calla la vida, un popular tema del argentino Horacio Guarany, versionado por bulerías; y acabar su parte oficial por fandangos, con algún lapsus de memoria.

Y, a partir de ahora comienzan los bises, que casi doblaron su concierto. Empieza (reempieza) con el imprescindible Luz de luna, peticionado repetidamente por el público. Continúa con fandangos, que introduce por Huelva y acaba con más fandangos, que arroja como verdades, en las que no deja títere con cabeza.

* Foto: Antonia Ortega©.

0 comentarios