El camino de la poesía
Jugar con Fuego
Tal vez el desaparecido Gerena. Tal vez Menese, el Lebrijano o Calixto Sánchez. Pero para musicar un poema libre o la pura prosa no había nadie como Enrique Morente (sálvense los amos del compás, Chano Lobato, Diego Carrasco, Tomasito… que, en palabras de Murciano, son capaces de meter por bulerías al viento de levante).
Morente lo hacía, y lo ha demostrado en cada uno de sus trabajos y recitales desde que leyó por primera vez Doña Rosita o los telúricos versos de Hernández.
Quién cogerá el testigo, ¿sus hijos?, ¿sus cientos de seguidores?, ¿Quién remeda su cante? Un paisano y agradecido discípulo, no desde ahora, sino desde hace tiempo, apuesta por los poetas y por los pensadores, dándole una nueva voz a sus letras.
Juan Pinilla ha musicado para el flamenco a Nietszche y a Groucho Marx, aparte de Ángel González, José Hierro o Chavela Vargas. Es un cantaor comprometido, de escénica conciencia proselitista, por eso sus coplas, sus declaraciones entre tema y tema no son baladíes, sino que están llenas de mensaje y de intención.
Su voz es poderosa, equilibrada y precisa. Como el ’Ronco del Albaicín’ ha demostrado primeramente que canta por derecho, que conoce y respeta el cante, que sabe de los clásicos en una enciclopedia casi como la de Valderrama.
La unión de la poesía y el flamenco no es nueva. Sin ir más lejos, para el FEX (Festival Extensión del de Música y Danza de Granada), en los años 2011 y 2012, humildemente un servidor y la Asociación del Diente de Oro, organizamos sendos recitales donde se aunaban la voz de los poetas granadinos con el toque, el baile y el cante de nuestros flamencos (en los que participó igualmente el cantaor al que nos referimos).
Ahora, fruto del trabajo y la amistad con el vate granadino Fernando Valverde coedita el disco Jugar con Fuego, que fue presentado el pasado jueves en el teatro Isabel la Católica.
Hay dos formas de acercar la poesía al cante. La primera es dejarse llevar por la rima, cuando el poema lleva la música dentro, como si se escribiera para ser cantada. La segunda es la más difícil, es la creación libre, cuando el poema no es rimado, de ritmo difícil y sentimiento abstruso.
La poesía de Valverde se enmarca en la Nueva sentimentalidad, en la Poesía de la experiencia, es continua y directa y habla de cosas cotidianas, demasiado visceral a veces. Juan lleva ese puñado de obras al flamenco y les ofrece una versatilidad impensable, como si fueran escritas directamente para ser malagueñas, farrucas o granaínas, con las que comienza el recital. Un recital que sorprende y rompe la temida alternancia de recitado-cante. Es flamenco lo que observamos, es poesía del momento lo que aletea, es frescura lo que tenemos, es un producto novedoso lo que nos proponen.
Juan lleva tiempo en la brecha. Posiblemente diré, sin temor a equivocarme, que este es su camino. Un camino tan personal como de abrumada eficacia. Un camino, por otro lado pedregoso, de difícil comprensión para las dos manifestaciones artísticas, flamenco y poesía que, por otro lado, van juntas de la mano desde el principio de los tiempos.
A la guitarra, imprescindible, les acompaña el joven almeriense David Caro, con una sobresaliente asistencia; a la percusión Josué Heredia; y a los coros y palmas Enrique Melgarez y Jony Valle con una memorable alboreá a tres voces y unos fabulosos coros por Huelva al final de la noche, para mí de los mayores logros.
También escuchamos un poquito de campanilleros rematados con farruca; una muy aplaudida vidalita, con guiños a la milonga, donde se acordó de la diosa costarricense; la sentida policaña, que crece con el polo y termina en soleá; los tangos de Málaga, llamados Revolución, que fueron un encargo expreso del cantaor; las alegrías, que no terminan de romper y quedan deliciosamente en el umbral de la fiesta; las agradecidas bulerías; y los fandangos aludidos, los cantes de madrugá, que como guinda recorren Alosno y se acuerdan del 'Niño Gloria' y otros imprescindibles.
2 comentarios
volandovengo -
Carmen K. -
Habrá que tener en el punto de mira el tándem Pinilla-Valverde.