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volandovengo

Tocando fondo

Tocando fondo

Los artistas se quejaban, y con una buena dosis de razón, por las condiciones en las que tuvieron que actuar. Personalmente comprobé que el conglomerado, que hace las veces de tablao, aparte de no tener micrófono, era un queso de Gruyere, por los agujeros, lo que para el taconeo continuo del baile flamenco puede ser hasta peligroso. El sonido, aunque correcto, era escaso. Si la plaza se hubiera llenado en su totalidad, los decibelios se habrían perdido. De cualquier forma, me decían a su término, que ellos se entregaban tanto en un gran teatro como en una calle peatonal, pero se sentían dolidos pensando que un concierto de rock en el mismo sitio habría estado más cuidado.

Está bien llevar el flamenco a todos, pero dignificándolo como se merece, ocuparía en la apreciación colectiva el lugar que le corresponde. Y no sólo el flamenco se sentiría realizado, sino también el público, el mismo barrio de La Chana, que puede sentirse quizá discriminado. De cualquier forma, el artista debe estar por encima de las circunstancias y las condiciones externas. Y así lo demostró el joven cuadro programado por el FEX el primer día de esta semana en la Plaza de la Paz.

Como testigo de excepción, Juan Andrés Maya, a punto de marchar con el “Diálogo del Amargo” a Montparnasse, venía a apoyar a su familia. Comienza el espectáculo, a modo de presentación, con un poquito de tangos, que los tres bailaores abordan al alimón demostrando su potencial. Iván Vargas, un torbellino, el baile furioso y el brío de quien le quema el compás. Anabel Moreno, más racional y pausada, con arrebatos de poder y estampas de gran belleza. Alba Heredia, por último, la más joven (poco más de una decena de años) ha nacido para la danza. Sus alegrías son de encaje, su figura angelical y su baile está impregnado del toque diabólico de los Maya. Para reponer fuerzas, los músicos abordan en solitario unas rondeñas que suenan a monte y vergel. Rafi Heredia y Juan Ángel Tirado le dan timbre los delicados arpegios de Luis Mariano. Todo suena gitano y sabe a fiesta. Anabel baila una soleá por bulerías, destacándose como una gran promesa de la tierra. Iván, con su temperamento innato, le da vida a unas romeras en las que le hace los guiños goyescos típicos de sus mayores, recordándonos que Cádiz en las cantiñas se hermana con la capital aragonesa. Como remate de la velada, cada uno de los bailaores da una patailla por bulerías que endulza el paladar.

* Foto de archivo: Iván Vargas (me hubiera gustado poner a Anabel Moreno pero, por desgracia, no tengo foto).

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