Viernes flamenco
El sábado me iba a la Sierra, a una especie de curso de astronomía, así que no quise concordar con el periódico ningún tipo de colaboración para ese día, que llegaría a enturbiar mis planes, además no deseaba enfrentarme de nuevo a una insegura publicación (ya llevo este mes un par de artículos que no han salido en prensa, con el engorro que supone subir al concierto, estar lógicamente atento, analizarlo, volver a casa, escribirlo al día siguiente y enviarlo). Así que pensé tan sólo disfrutar de la velada.
Tenía varias alternativas, pasarme por el Museo Cuevas del Sacromonte, para escuchar a Jaime Heredia y ver bailar a Ana Calí, que me apetecía mucho (al final fue lo que hice); podía ir a Huétor Vega donde presentaban la semana flamenca de esta localidad, con recital flamenco incluido; o podía pasarme por Churriana para ver a la agrupación “Atroz”, de mi amigo Manuel Mateo, que se sumergen en la música berebér que, aunque no es flamenco, quiero disfrutar de su música en directo.
El flamenco en lo alto del Barranco de los Negros, con el agradable fresquito sacromontano y una birra en las manos, es un placer asequible. Depués, si el flamenco es bueno, agradable o sorprendente, mucho mejor. César Cubero, con su guitarra, faltó a la cita. Lo sustituyó el toque sabio y limpio de Emilio Maya, que interpretó unas mineras para abrir boca. Son ocho o diez las grandes sonantas de Granada en la actualidad, y Emilio ocupa un puesto destacado. El cantaor Manuel Heredia continúa por levante haciendo unos tarantos. Su voz no está en la mejor forma y se le va de de la queja al gallinero. Su segunda entrega, un cuplé por bulerías, sigue por la misma línea de juzgado de guardia. Pero su voz gitana y sus continuos guiños a Manuel Molina y a Fernanda de Utrera encumbran su apuesta hasta engrandecerla. Para terminar esa primera parte, Ana Calí nos baila por cantiñas. Refuerza la voz Jaime Heredia, que se incorpora al cuadro.
Ana Calí es posiblemente la bailaora de Granada con mejor compás, con unos pies muy limpios y un gran sentimiento en el rostro. Aunque se prodiga poco sabe estar, domina el escenario y busca el lugar donde las tablas le son más propicias. Hecho de menos, como en otras ocasiones, la abundancia de luz, que realce el palmito de esta bailaora y eleve su estampa, flamenca donde las haya.
El protagonista de la segunda parte es Jaime, el Parrón. Con una voz recuperada, hace la soleá que le ha dado fama. Heredia es un cantaor de oficio, afillao y con temple. En sus días buenos es capaz de darle pellizcos a los mejores aficionados. En segundo lugar, hizo unos fandangos con grandísimas verdades del poemario popular. De este cantaor, podemos repetir, que está en buena forma.
De nuevo Ana Calí cerró esta segunda parte con una soleá. Si su primer baile fue bueno, su propuesta por soleares fue exquisita. Ana hace música con sus pies. Es de las bailaoras que no necesitan percusión. Si acaso un poquito de compás con las palmas. A veces nos recuerda a Belén Maya, sobre todo el movimiento de sus brazos, y a veces se remonta a Carmen Amaya, pero su sello personal es evidente y así lo impone.
El público respetuoso sabe aplaudir un concierto que recordaremos, un concierto presentado por Antonio Gallegos, conocedor como pocos que, además canta con mucho gusto y enjundia. Los merecidos aplausos que se prolongan, son agradecidos a su vez con un mandaíco por bulerías.
* El Parrón ©. Acuarela de Nono Guirado para "Acordes de Flamenco".
0 comentarios