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Perdonadme ortodoxos

Perdonadme ortodoxos

Jesús Hernández Quinteto

Estoy con Manolo Sanlúcar en afirmar que el flamenco es mestizo. En esencia, la propia concepción del flamenco es su capacidad para absorber y adaptar todo tipo de corrientes. Aunque, al igual que el flamenco bebe del jazz, del rock, de la bossa, del blues, de la samba o del son, estas músicas por su parte también se dejan impregnar y enriquecer por el flamenco. Son muchos los que lo entienden así, son muchos los que prestan su arte y su sensibilidad para un fin común que se llama creación musical, la música con mayúscula. Debe ser motivo de orgullo que a un músico le llamen “mestizo”. Aunque no todo vale. Hay que distinguir, como me decía Juan de Loxa (poeta flamenco donde los haya) la fusión de la confusión y de la infusión.

El domingo, a altas horas, como siempre, en Eshavira Club tuvo lugar un encuentro de cinco músicos de jazz con las estructuras del flamenco. Flamenco y jazz tienen bastantes puntos de encuentro. Casan bien, entre otras cosas, por la improvisación dentro de una misma base o por el individualismo puntual y consecutivo de un determinado instrumento. Jesús Hernández ha compuesto algunos temas jazzísticos que encierran los compases o melodías del cante grande. Reúne a su Quinteto, avezado y flexible, que captan a la perfección el concepto de la obra y el espíritu del pianista. Y, por primera vez, muestran al público unos temas preñados de bulerías, tangos y seguiriyas, en la primera parte. Para las seguiriyas, más reconocibles que los anteriores, Ana Calí aporta su limpio taconeo. Baila en un metro cuadrado, no por voluntad propia, sino por imposibilidad física.

La segunda parte es más flamenca y sabrosa, si cabe. Una creación por granaínas terminan de convencerme, aunque no tuviera duda alguna. Jesús, con su piano, marca la pauta. Los demás músicos rubrican el mejor momento de la noche. Rubem Dantas con la cuika, un instrumento brasileño de percusión, le aporta una dimensión grandiosa y llena de comicidad. Ana Calí, con un vestido cubista, apunta de tiempo en tiempo su derroche de color. Claramente, a continuación, una colombiana empieza a sonar. David Defries, alternando la trompeta y el fliscorno, aporta el alma de este tema considerado de ida y vuelta. La batería de Moisés Atienzón y el bajo de Paco Peña marcan un compás imprescindible, que se derrama en las codas finales. Para terminar, unas bulerías de ley, también (léase tan bien) bailadas por Ana Calí terminan por dimensionar el flamenco.

* Jesús Hernandez y David Defries en una formación anterior (JOHN CAIN ©).

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