Luna
Tengo noticias de una chica que se llama Luna. La luna siempre es sugerente, bella, inspiradora, caprichosa. Es primitivo, espermático, pagano, llamar a un niño Sol o a una niña Luna u otro elemento o fenómeno natural.
He conocido a Lluvia, Nogal y a Selva. Más común son los nombres de Aurora, Coral, Estrella, Luz o Nieves (más las chicas que los chicos) (¿Será por algo?). Y los apellidos, no digamos: desde Pino hasta Camino, pasando por Campos, Montes o Valle.
Tienen un sabor auténtico. Entran en otra dimensión, que trasciende el calendario tradicional para abandonarse en el pasar de los días, de las estaciones, de las fases lunares. Los equinoccios y los solsticios tienen mucho que ver; y la lluvia y el viento y el renacer de la primavera y el frio de invierno y la soledad del otoño y la lentitud de los días con sol.
Los pueblos, las civilizaciones más naturales y ricas en sueños, como los celtas o indios americanos tenían clara esta comunión con los elementos.
Ahora encuentro una Luna, que, sin conocerla, controla mis mareas.
Cleopatra Séptima llamó a sus hijos Cleopatra Selene, es decir, Luna; y Alejandro Helios, es decir, Sol.
Conozco también a una chica de marruecos que se llama Kamar, que significa Luna. Pero no cualquier luna, sino un cuarto. No sé si menguante o creciente. Se lo volveré a preguntar.
Una tarea para los días de asueto sería descubrir los paises que tienen en su bandera el sol o la luna y averiguar su origen.
* En el año 97 está fechada esta luna que pinté con tinta y agua.
0 comentarios