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De aquí al cielo con Mariana Cornejo

De aquí al cielo con Mariana Cornejo

Los veranos del Corral. XI Muestra Andaluza de Flamenco

La gracia y la sal de la Bahía no se pierden mientras queden artistas como Mariana Cornejo. Siguiendo la estela de los grandes de su tierra, como El Beni o Chano Lobato, primero tiene que hacer una composición de lugar y ganarse al público. Después, cuando las risas son tan grandes como la admiración, es incombustible. El resultado fue que estuvo cantando placenteramente durante más de una hora (la programación doble impidió proseguir). Ella estaba a gusto, el espacio, el público, el sonido… Y los espectadores estaban pasando un buen rato de arte y simpatía.

Su primer tema, reivindicando su tierra, fueron unas cantiñas, que fueron rosas y alegrías. Continuó por bulerías de Cádiz, esas que allí llaman chuflillas, “pero no son chuflas, que son castañeras”, aclaró. Y remató estos aires de fiesta con una jota aragonesa. Bien traída porque Zaragoza junto a Cádiz fueron las únicas ciudades que resistieron el acoso francés del XIX y decidieron fundir de alguna forma sus folklores. El momento más grave de su actuación fueron unas seguiriyas, en las que se acordó de Sellés y de El Mellizo. El guitarrista, Pascual de Lorca, sin grandes ostentaciones, fue bastante correcto. Es un acompañamiento de batalla, todo terreno y respetuoso. Diego Montoya, padre reciente, se hace imprescindible en las palmas y los jaleos. Un largo recorrido por tangos, Triana, Cádiz, Granada…, con letras populares terminan de encumbrar a esta artista, que, para las bulerías, se pone en pie, como es debido, para acompañarlas con una simpática pataílla. Unas bulerías que terminan con el conocidísimo bolero “Si tú me dices ven” y la copla “Ojos verdes” hechos cuplé. Como bis, resistiéndose a escapar, el auténtico tanguillo salió a relucir.

La segunda parte la ocupó el baile tradicional de Antonio Molina ‘El Chorro’. Con una gran técnica y pasión, no termina de trasmitir. Fuerza. Eso sí, mucha fuerza. Tanta que en algún momento le hace perder el equilibrio. Su primera entrega es un taranto completamente plano. Su baile es determinadamente macho, como el de Farruquito, y bastante precipitado. Juan Campallo, a la guitarra, estuvo mejor que el día anterior. ¿Será porque la propuesta del cuadro fue más coral y moderada? Bien por los cantaores José Amador y Javier Rivera, que, con sus voces bien distintas, contribuyeron a redondear la dinámica. En las seguiriyas vimos al bailaor onubense más seguro, y rescatamos algunos momentos, aunque su rostro hierático seguía sin expresión. Para la soleá por bulerías encontramos a un artista más completo, sobre todo en los silencios. Aún es joven y puede llegar a sorprendernos, porque madera no le falta.

* Mariana Cornejo (© Paco Sánchez).

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