El depósito
A pesar de haber estudiado Biblioteconomía, a pesar de ser un lector permanente, a pesar de dedicarme al mundo de las letras, nunca he sido socio de una biblioteca (sin contar la universitaria).
Los libros suelo adquirirlos. Cuando puedo más y cuando no menos. Como poco, aumento mis existencias (en toda la extensión de la palabra) en un volumen mensual.
Así, unos dos mil libros -tal vez más- se empolvan en mis estantes, de los cuales, habré leído o releído la mitad -tal vez más. Con lo cual, aún me quedan varios cientos de libros para escoger.
Ayer mismo, esperando a que mi hijo saliera de judo (dos veces por semana tengo que recogerlo a las cinco de inglés y brujulear durante una hora hasta que se quita el kimono).
Como estamos pegando al río y la biblioteca del Salón queda tan cerca, he decidido invertir mi tiempo entre libros, sentado bajo techo.
Ayer, como digo, me dieron el carné ("que vale para todas las bibliotecas de Andalucía", se apresuró a decir orgullosa la chica). Y, cuando yo le pregunté (muy profesional) si podía retirar algún ejemplar a modo de préstamo, se dispuso a atender mi súplica de memoria.
Entonces, solicité un título que me rondaba por la cabeza. Le dije: "Un hombre que se parecía a Orestes" de Álvaro Cunqueiro. Confundida en su ego de bibliotecaria, se puso delante del ordenador para que le repitiera el nombre y casi le deletreara el autor.
"Sí, aquí está (qué me creía). Tengo que bajar al depósito", me dijo.
En España se escribe mucho y se edita mucho más que se lee. Siempre hay superávits o restos de serie o series casi enteras, que van a parar a los mercados de ocasión, a los depósitos o a la hoguera (La hoguera, la hoguera).
Cuando aparece con el libro, me lo da para que se lo pase a la auxiliar y que tome nota. Con extrañeza, la ayudante rellena la ficha (Estantería 7. Tabla 10. Número 23), le pone un sello con la fecha detrás y advierto que el dígito anterior corresponde al 15 de febrero de 1977 (es una edición de 1969). No me lo puedo creer, en treinta años nadie se había interesado por ese libro.
Ahora me lo leo con doble interés.
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