Nuevos aires desde Córdoba
Patrimonio Flamenco
En Córdoba hay una estela muy personal en cuanto al baile se refiere. Javier Latorre, como creador y maestro, encabeza la propuesta. Pero se deben recordar otros nombres propios en la ciudad de la Mezquita que pesan por sí solos, como pueden ser el de Olga Pericet, Dani Navarro o Fran Espinosa. A este grupo, por derecho, se le puede unir el nombre de Ana María García, ‘Ana María de Córdoba’, por su trabajo personal, por su elegancia y sensualidad. El sábado, en La Chumbera, me llevé una grata. Mira que no iba a ir. Las ofertas se multiplican cuando algo interesa. Otros días, por más que busques, no encuentras nada.
Lucía Guarnido, amiga y compañera de la bailaora, glosó su figura, a falta del presentador habitual, José Manuel Rojas. José Luis Medina, con su guitarra, fue el encargado de romper el hielo con una granaína. Es un atrevimiento en Granada romper con sabores de la tierra cuando eres de fuera. Se echó de menos la sonoridad de la guitarra granadina, pero el joven cordobés salió airoso. Sus arpegios están a la altura, aunque el sonido, asignatura pendiente en esta sala, no fuera el deseado. El guitarrista será más contundente en próximas entregas, como las malagueñas o los tanguillos.
Para la soleá descubrimos dos voces nuevas en nuestros foros. Se trata de Rosi Navarro ‘La Divi’, con una voz muy flamenca y entregada, y de la simpatía de Juan Murube que, bajo la sombra de Chano Lobato, demostrado con creces en los tanguillos y las alegrías, sufrió también los problemas de una sonorización descompensada. Ana María de Córdoba, vestida de oro, se presenta creativa y seductora. Remueve el espíritu y alegra el semblante y trasmite nuevos aires que soplan desde córdoba, siempre callada pero constante.
Las malagueñas de Rosi, muy en su sitio, se abandolan por rondeñas y otros aires serranos. En los tanguillos, como decimos, Juan Murube se identifica como seguidor del compás gaditano. Prima la modulación y el fraseo antes que la comprensión. El compás manda y el sonido sigue revuelto.
Por alegrías acaba el recital. Son variadas y generosas. Ana María impone su presencia, seduce con su estampa y sus paseos. A veces se echa de menos el reposo. Ella manda y, en la escobilla, se impone como algo precioso que descubrir, como una llama que arde por sí sola, a la que no hay que perder de vista.
El fin de fiestas, casi obligatorio, fue una pincelada de sal.
* Fotografía extraída de su blog.
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